Conocí este restaurante por acompañar a un amigo que le gusta. No comí mal pero tampoco lograron seducirme lo suficiente los platos pero sobre todo el ambiente del lugar como para regresar por mi mismo. Para mis gustos, es demasiado grande el salón y con eco, cuando hay gentío el ruido debe ser incómodo y eso es algo que no soportan mis oidos y pasados 15 minutos, dejo la comida en el plato, pido la cuenta y me voy. Para quien no sufra esta molestia, posiblemente pueda disfrutar de sus especialidades colombianas: me gustaron las empanaditas colombianas con el picante correspondiente. También es sabroso el ajiaco bogotano para levantar el alma, de hecho cuando voy a un restaurante colombiano siempre pido este plato típico ya que soy fanático de los caldos preparados a conciencia con huesos de res y carnes. Lo más sorprendente y satisfactorio fueron las hamburguesitas variadas, eran divertidas y sabrosas. En el resto de la carta no se prodiga la gastronomía del país vecino y se puede dec...
Gastronomía