Parto de la base de que soy un fanático de la comida peruana y suelo hacer visita un par de veces al mes a mis favoritos en la ciudad. En el caso de La Jarana me daba una cierta pereza ir a comer porque si bien me había recibido por distintas amistades buenos comentarios sobre la comida, siempre se recalcaba el "pero" del servicio y la lentitud de la cocina, algo que personalmente no soporto y que en ocasiones incluso provoca que me vaya de un lugar sin comer. Por este motivo demoré tanto la visita hasta que la semana pasada me armé de paciencia y lo visité. El servicio no es amable, más bien inexpresivo, la comida tardó en llegar pero como estábamos en familia, el juego con los niños hizo más grata la espera. El restaurante estaba lleno y no se veía entrar y salir platos de cocina a buen ritmo, casi nadie comía... Cuando aparecieron los platos se abrieron nuestros ojos: impactante la cantidad de comida que ponen hasta el punto de que pensamos que seriamos incapaces de term...
Gastronomía