Recibí la recomendación de un buen amigo sobre la calidad de este restaurante, advertido, eso si, de que el lugar era humilde. Me importó la primera parte del aviso de modo que no tardamos en hacer visita.
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El restaurante es poco visible desde la calle, la "Fundadores" en San Francisco, parece más bien una vivienda, pero podemos reconocer este templo escondido de los incas gracias a la multitud de vehículos estacionados. 10 mesas en dos comedores sencillos, escasamente decorados pero pulcros, no hace falta más cuando uno solo aspira a comer bien. Nos recibe Margarita con suma amabilidad, agradecidos de antemano por haberlos elegido. saben que una vez aparezcan los platos conquistarán nuestro corazón para siempre.
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Con paso marcial al redoble de este Tambor de Oro fueron apareciendo la selección de platos del chef Paul, el ceviche indispensable para saber como juegan con este clásico del Perú, preparado al instante, muy auténtico y sin aspavientos. Para refrescarnos un aguacate relleno de camarones fresquisimos.
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En el intermedio un plato sorprendente por lo sencillo y sabroso, la "Jalea", trozos de pescado y mariscos rebozados con tomate, papas y cebolla roja fruto del reciclaje casero del pescado sobrante del día que no puede ser encevichado.
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El principal fue el chupe de camarones, absolutamente único, inmejorable y distinto a todos los probados en mi vida. Intenso y complejo en aromas, sabores y auténtico responsable de que la nota final sea "excelente".
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Ver la felicidad de mi esposa ante lo que ella llama "comida con confianza" por aquello de la honestidad, de la extrema calidad de las materias primas y el trato exquisito, no tiene precio. Si a ello le sumamos la cuenta de 5 platos a 44 dólares, estamos ante uno de los últimos bastiones en Panamá en el concepto más estratosférico de la relación calidad / precio. Hoy reflejo la toma de contacto, pero regresaremos decenas de veces para probar una carta amplia y variada que promete grandes momentos en la mesa.
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El restaurante es poco visible desde la calle, la "Fundadores" en San Francisco, parece más bien una vivienda, pero podemos reconocer este templo escondido de los incas gracias a la multitud de vehículos estacionados. 10 mesas en dos comedores sencillos, escasamente decorados pero pulcros, no hace falta más cuando uno solo aspira a comer bien. Nos recibe Margarita con suma amabilidad, agradecidos de antemano por haberlos elegido. saben que una vez aparezcan los platos conquistarán nuestro corazón para siempre.
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Con paso marcial al redoble de este Tambor de Oro fueron apareciendo la selección de platos del chef Paul, el ceviche indispensable para saber como juegan con este clásico del Perú, preparado al instante, muy auténtico y sin aspavientos. Para refrescarnos un aguacate relleno de camarones fresquisimos.
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En el intermedio un plato sorprendente por lo sencillo y sabroso, la "Jalea", trozos de pescado y mariscos rebozados con tomate, papas y cebolla roja fruto del reciclaje casero del pescado sobrante del día que no puede ser encevichado.
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El principal fue el chupe de camarones, absolutamente único, inmejorable y distinto a todos los probados en mi vida. Intenso y complejo en aromas, sabores y auténtico responsable de que la nota final sea "excelente".
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Ver la felicidad de mi esposa ante lo que ella llama "comida con confianza" por aquello de la honestidad, de la extrema calidad de las materias primas y el trato exquisito, no tiene precio. Si a ello le sumamos la cuenta de 5 platos a 44 dólares, estamos ante uno de los últimos bastiones en Panamá en el concepto más estratosférico de la relación calidad / precio. Hoy reflejo la toma de contacto, pero regresaremos decenas de veces para probar una carta amplia y variada que promete grandes momentos en la mesa.
Me siento atraída por los restaurantes honestos, no me importa si su carta es de súper diseño, o si el lugar es "In", la verdad es que eso poco me importa, sufro pensando en la calidad de sus productos sobre todo cuando de pescados y mariscos se trata, para bien o para mal, tengo un gusto muy desarrollado para detectar aquello que está pasado o en malas condiciones, no en vano viví en Catalunya, donde el culto a los manjares del mar se trataba con respeto y honestidad, aprendí a comer y cocinar con productos que casi saltaban de la paella de lo fresco que estaban, el retro gusto, aquellos que tus papilas gustativas te ponen en alerta para avisarte que es mejor que comas en casa antes de intoxicarte, las tengo muy a flor de piel, sobre todo por mis hijos que tanto disfrutan de los calamares, camarones, pulpo y cualquier cefalópodo que se les atraviese. Sin duda, amigo Joan, tú recomendación ha sido acertada, desde el momento que me trajeron el aguacate relleno de camarones supe que este era mi restaurante, con temor esperaba que a cada bocado llegara el mal gusto de algún camarón trasnochado y sorpresa, fue perfecto, lo disfrute tanto que los niños se lo tomaron a broma, ya se reían de mi alegría, todo lo que pedimos fué un concierto de notas perfectas, regresaremos, no solo por la comida sino por la atención de aquella menuda señora que con afable sonrisa nos atendía, del ambiente relajado, y por la satisfacción de haber pasado un rato en familia entrañable.
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