En todos los mares del mundo abundan los buscadores de tesoros sumergidos durante siglos. Cientos o miles de carabelas, fragatas y filibotes mercantes naufragaron en las rutas comerciales entre las metropolis y sus colonias americanas, africanas o asiáticas y en la actualidad son cada vez más abundantes las fabulosas noticias que nos hablan de los hallazgos de esos modernos y tecnificados buscadores de tesoros.
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En esta ocasión no se trata de monedas de oro o vajillas de plata, el botín es enogastronómico ya que en el mar báltico unos buzos han encontrado entre los restos de un barco hundido una botella de champagne cuyo destino hace 200 años era la corte de los zares de Rusia, los principales clientes de la época para los elaboradores de champagne.
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Se estima que en el lugar del naufragio puedan encontrar otras 30 botellas cuyo valor en el mercado puede estar sobre los 60.000 dólares cada una. El primero en probar este vino espumante, conservado perfectamente gracias a la temperatura estable del fondo del mar del norte y a un corcho de calidad capaz de aislar el brebaje, ha sido el jefe del equipo de buceadores. Celebraron el encuentro del mejor modo posible, brindando con él champagne más antiguo del mundo.
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