Uno de los ingredientes gastronómicos más costosos en todo el mundo es el azafrán y la región española de La Mancha es una de las zonas de producción de mayor calidad y reputación hasta el punto de que es la única que dispone de Denominación de origen controlada.
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Ahora trasciende en un artículo de el diario El País el hecho de que realmente la producción española de azafrán no llega al 1% del azafrán que se vende en los mercados como español, la práctica totalidad proviene de paises como Iran con unos niveles de calidad del producto muy inferiores hasta el punto de que por la mezcla con otras hierbas y pistilos puede llegar a ser considerado como un "sucedaneo" de azafrán. Es decir todo este producto cuyo origen no es español y cuya naturaleza puede distar radicalmente del producto original se aprovecha de la reputación de un origen.
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Este es un caso, quizás el más desmesurado que conozco hasta la fecha, que se reproduce en muchos otros rubros alimenticios. No podemos disociarlo del lado menos amable de la globalización y se vincula al aumento insaciable de la cultura de consumo de lo "gourmet" en las clases medias de todo el mundo. El problema es que el consumidor acaba viviendo una estafa comprando un producto inferior en calidad y también en un precio atractivo camuflado en la reputación tradicional y cualitativa de la versión original, cuyos precios, por supuesto, son elevados en comparación.
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Por ejemplo, todo el que guste comer espárragos, alcachofas o pimientos en conseva sabrá que los de mayor reputación son los de navarra, existe una denominación de origen que ampara cada uno de estos productos, pero en realidad la mayoría de los enlatados que se venden como navarros carecen del sello de denominación o indicación geográfica protegida y proceden de paises como China o Perú.
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Lo más curioso es que en la mayoría de los casos los complices de esta vulgarización son empresas afincadas en la misma región de producción del original (fisicamente o sobre el papel legal) ya que eso les permite constar en la etiqueta como provenientes del mismo y lograr una ventaja competitiva enorme en detrimento de los productores que si cumplen con todos los preceptos de la denominación. Conozco casos aún más inauditos de productores de una zona de reputación que ofrecen en su catálogo el producto con denominación y la versión globalizada con la materia prima producida masivamente en otros rincones del planeta, a mitad de precio pero con el doble de margen comercial.
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La fórmula del éxito de esta usurpación es sencilla, basta imitar camaleónicamente el diseño tradicional del envase y presentación que identifica una calidad, imitar los mismos mensajes y conceptos, hasta la evocación del nombre de las marcas que suelen tener raices en las costumbres y orígenes geográficos históricos.
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No pongo en duda que todos merecemos comer una delicatessen gastronómica y que es un avance social que cualquiera pueda pagarse unos hermosos espárragos en conserva, pero como consumidores merecemos conocer en los productos agroalimentarios su proceso, calidad y demás atributos, siendo el origen uno de los más fundamentales: no es lo mismo ni puede costar igual un queso camembert, brie, parmesano, gouda o manchego original que uno elaborado en otro rincón del mundo aprovechándose del conocimiento popular del original. Si o si debe constar que es un queso "a la manera de camembert" hecho donde sea.
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Con el paso de los años este suceso se afianzará gracias a la expansión global de las grandes superficies y a la tendencia de la creación de marcas blancas de estas cadenas de supermercados e hipermercados que monopolizan la alimentación. El producto con denominación será cada vez más escaso y costoso, la imitación se impondrá y dentro de unos pocos lustros el recuerdo del sabor, aromas, textura, preparación y presentación del famoso espárrago de Navarra pertenecerá a un producto producido en alguna remota región de la China.
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El consejo final, si desean adquirir un producto de calidad y con un origen controlado, hagan lectura detallada del envase y busquen el sello de garantía de una denominación de origen controlada. Desconfien cuando lean "producido por" seguido de un número de identificación legal que no tiene mayor sentido para el consumidor "para la empresa tal" de la zona, se trata justamente de uno de estos casos de vulgarización y usurpación de identidad.
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