Con ciertas amistades cuya motivación por comer bien nos une, tenemos nuestro propio "degusta", una red sencilla basada en el boca-oreja para compartir información sobre buenos descubrimientos, sean restaurantes nuevos o novedades en platos que merecen la revisita.
Antes de las navidades uno de los destacados miembros de la cofradía del buen yantar que más credibilidad me merece, recomendó fervientemente la visita a la Forchetta, casi como si hubiera descubierto un atajo al cielo. Ante el tamaño de su algarabía no tardé ni un día en dirigirme al casco para vivir la experiencia.
Forchetta está localizado en una de las exitosas rehabilitaciones en el casco antiguo que recupera algo más que la fachada, su interior es precioso, especialmente el piso superior con un salón vip que invita a organizar celebraciones, una impresionante lámpara colgante con botellas de vino y la terraza que nos permite admirar la principal plaza de la zona histórica.
La foccacia de bienvenida para mojar en aceite de oliva estuvo a la altura, los detalles en su sitio, como el tenedor de acero (la forchetta) en forma de espiral que sostiene la servilleta de tela para recordarnos el nombre del restaurante. Todo funcionaba según el plan y pensábamos en una gran noche, pedimos exactamente aquello que mi amigo recomendó y a partir de ese momento las ilusiones se fueron apagando porque si bien la comida no era mala, no descubrí en ninguno de los bocados las llaves de San Pedro que abrían las puertas del cielo. Simplemente se esfumó el entusiasmo en platos sin sorpresa ni emoción.
Por su reciente apertura merecen una nueva oportunidad por aquello de los ajustes del equipo de cocina y la reciente presencia en Panamá del chef italiano. Estaré atento a los comentarios de mi red de informantes y a los que se viertan en Degusta para alimentar nuevas ilusiones y poder algún día no muy lejano explicar un feliz desenlace y como se ve el mundo desde una nube de raviolis.
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