A lo largo del año visitamos unas cuantas veces las islas de la calzada de Amador, principalmente para desayunar al estilo panameño en un par de locales antes de la visita con los niños al zoológico marino del centro smithsonian de Punta Culebra, de modo que en contadas ocasiones almorzamos o cenamos por la zona.
Mi socio y su familia hablaban constantemente de este restaurante y alababan sus carnes, al final un mediodía festivo fuimos con ellos a comer. El lugar estaba abarrotado y según entendí es lo habitual debido a su enorme éxito entre los panameños después de años de trayectoria.
La calidad de la comida estuvo muy por encima de las expectativas ya que lo catalogaba como un comedor sin mayores pretensiones, es decir, cantidad por encima de la calidad y a precios solidarios. No es exactamente así aunque parte de la oferta (vi una picada variada servida como si fuera una montaña de comida mezclada) nos haga pensar en esta fórmula.
La carta es muy, pero muy, amplia, de forma que es capaz de satisfacer a cualquier comensal, lo que demuestra habilidad comercial ilimitada. En nuestro caso nos dejamos recomendar para entrarle al "bisque", una crema de mariscos, buena y reconfortante, unas conchuelas gratinadas también buenas.
Mientras veiamos pasar decenas de órdenes de pescado frito colocados graciosamente en el plato, alzados con varas como si fueran un trofeo de pesca, curioso y original, apetecible para los que gustan de esta preparación, yo prefiero otras formas de abordar el pescado.
En nuestro caso apostamos por los cortes vacunos, la punta de palomilla se ofrece como el corte estrella de la casa y es lo que pedimos. Se sirve sobre una plancha caliente para mantenerla caliente. La verdad es que me sorprendió por su calidad, tierna, sabrosa; y fue la clave para provocar el regreso días después por la noche para disfrutar de la cena en la terraza con vistas al mar.
Sin duda una alternativa de buena relación calidad/precio para comer en el causeway
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