Hemos visitado este lugar en dos ocasiones, muy espaciadas en el tiempo, la primera casi al llegar a Panamá, por la curiosidad de descubrir comida panameña, aunque más bien lo utilizamos como abrevadero de lo sedientos que estábamos por el paseo en bicicleta por el causeway en un día de calor bochornoso.
En la segunda oportunidad, acompañados por amigos panameños, fuimos al desayuno "típico". Se trataba de un bufet de estilo hotelero con el ABC de las frituras y guisos del país. El lugar estaba abarrotado de gente por lo que es indudable que es un negocio arraigado profundamente entre los locales.
Tardamos en conseguir mesa y me entretuve con unos pedacitos de chicharrón (buenos). Siendo como soy, amante de todo lo que el cerdo nos ofrece, el chicharrón es uno de los manjares más increibles del planeta pero administro con prudencia su ingesta por las consecuencias en las arterias, pero cuando está frente a mis ojos es como escuchar el canto de las sirenas y, como Ulises, o me atan al mástil de la nave o voy directo al fondo arrastrado por la gula.
Por la cantidad de grasas saturadas de gran parte de las recetas tradicionales de Panamá en el desayuno, chicharrón incluido, se hace necesario espaciar este tipo de visitas para no sentirse demasiado culpable ante el médico de cabecera o el del seguro privado de salud.
Si esta hubiera sido la única experiencia en desayunos de estilo panameño podría decir que no estuvo mal como aventura, pero como posteriormente hemos descubierto otros lugares de oferta similar, comparativamente puedo decir que este sería de los regulares y dificilmente regresaremos, no es solo por la comida, influye también el confort, ya que en días soleados el lugar resulta caluroso y el tipo de comida no ayuda precisamente a refrescarse.
Para gozarlo sin reservas, hay que tener salud a prueba de bomba o haber sido bendecido con una genética especial y exclusiva que solo poseen aquellos con cédula y pasaporte de la República. Admirable !!!!
Comentarios
Publicar un comentario