Cuando vivía en Catalunya no tenía prisa por gozar de ciertas experiencias, las tenía tan cerca que podía administrar mis pasiones bajo otros criterios como variedad de estilos, casualidades, vida social, celebraciones, etc. Ahora que soy un catalán en el extranjero cada visita a mi patria requiere de una planificación previa de lo que deseo hacer y disfrutar en esos pocos días. No todo lo programado acaba siendo materializado, ahora que he regresado a Caracas hago un recuento de lo olvidado en la agenda. No pude visitar el santuario de la virgen de Montserrat, ni el pueblo marinero de Sitges, ni el parque Güell de Gaudí en Barcelona. No tuve opción de conocer el nuevo emplazamiento en el centro de la ciudad del histórico cocinero Carles Gaig ni las incursiones barcelonesas de Martín Berasategui, Santi Santamaría y Segi Arola en sus respectivos restaurantes de hotel... tampoco atiné a desplazarme a Sarrià para comer las patatas bravas del Tomàs y a pesar de visitar el mercado de la
Gastronomía