Desde que tengo uso de razón son marranófago, cochinófilo, porcinólogo, puerquista, en fin, un fanático incorregible del cerdo en grado supremo y en mi imaginación miembro de honor de la Organización Mundial de Amantes del Cerdo Ibérico de Bellota, socio numerario de la Sociedad Gastronómica del Cochinillo de Corteza Crujiente, cofundador de la Cofradia Secreta de los cachetes y pies de cerdo con hueso, y miembro del ilegalizado Partido del Chicharrón, entre otras organizaciones. Como no, amante confeso de las piernas jamonas que campean por las dehesas de Extremadura, Salamanca y el Oeste de Andalucía buscando sombras de alcornoque y el dulce manjar de una bellota antes de terminar sus días bajo la sal y curar el alma en un secadero.
Recientemente un grupo de catalanes residentes en Panamá nos reunimos para un almuerzo dominical. La tertulia acabó tocando temas gastronómicos... aunque más bien sería justo decir que se centró en ellos como buenos patriotas... y claro, no tardó en invocarse al Puerco como padre y madre de todos nosotros, ya que el cochino ibérico nos acompaña desde que se mezclaran las razas prehistóricas celtas e íberas, tanto en lo humano como en lo porcino.
Después de tan cochina y marrana tertulia, en el mejor sentido de la palabra, no pude evitar divagar como en aquella canción ochentera de "Mi agüita amarilla" en la que el cantante Pablo Carbonell de "Los Toreros Muertos" ilustraba el tránsito de la orina visto desde la perspectiva de un borracho. En este caso me pregunté sobre cuan protagonista es el cerdo en mi dieta a lo largo de 40 primaveras cumplidas sin dejar de cerrar la boca desde que descubriera que mucho de lo que me interesa de este mundo pasa por el paladar.
40 años con arrugas que ya marcan mi rostro y con orondas curvas la panza, 40 de sabores y quizas algo más de 38 desde que mis padres creyeron que era hora de mascar la primera rodaja de una llonganissa legítima de Vic. 35 años desde que alcancé la velocidad de crucero de esta pasión gorrina, practicamente desde que tengo conciencia de que las fiestas siempre se acompañan del mejor cerdo, conciencia de los aromas de charcutería y de comportarme ansioso ante la posibilidad de hincarle el diente a una loncha de jamón finamente cortado.
Desde los 5 a los 40 no habré pasado más de tres días seguidos sin haber alcanzado la cima del everest embutido en un intestino relleno de las puertas del cielo en forma de sobrassada, fuet, salchichón, loganiza, butifarra, chorizo, caña de lomo, morcilla... y el inmaculado rey de todo este arte que no es otro que el jamón ibérico. Esta pierna lividinosa es lo único que puede provocarme sonambulismo, cuchillo en mano para atacar a hurtadillas, con nocturnidad y alevosía, la pierna colgada en la alacena casera para colmar con certeros ataques este ansia irrefrenable antes de regresar satisfecho al mundo onírico... ¿Será que mis sueños se cumplen a la perfección cuando interpreto con el Stradivarius Ibérico la octava sinfonía de "Bellotoven" con chuchillo sostenido en Gula Mayor?
¿Cuanto cochino habré comido en estos 35 años?, ¿Cual es la verdadera naturaleza cualitativa y cuantitativa de esta experimentación de satisfacción incansable?... quería reducirlo a un número facilmente medible para que pueda ser incluido en la lápida de mi eterno descanso como un número en clave que explique mis dos grandes vicios: Después de los datos relevantes familiares, tallado en el mismo mármol aparecería el dibujo de un jamón y el número de piezas ibéricas tragadas justo al lado del dibujo del escudo del Barça con el número de Champions League conquistadas, para cuando eso pase espero que tengamos una más que el Real Madrid y los japoneses y yankees no hayan colapsado el mercado del pata negra.
Como en aquel relato encadenado de "Mi agüita amarilla", la realidad de los números se vuelve aplastante: 1) El cerdo cerdo ibérico adulto llega a pesar 140 Kgs de media. 2) un 40% pertenece a la osamenta. 3) Entre piel, músculo y grasas, sangre y vísceras, son comestibles alrededor de 80 kgs. 4) He calculado que como media, desde los 5 años hasta hoy he paladeado unos 150 gramos diarios entre jamónes, paletillas, embutidos y carne fresca. 5) en un mes son casi 5 kilos y en un año 60.000 gramos 6) He comido más de 2.100 kgs de cerdo y jamón, unas cuantas costillas, chuletas, cochinillos, pies de cerdo y chicharrón desde que me salieron los dientes.
Hoy me percaté que ya han pasado dos toneladas del manjar que me vuelve loco y 40 años de vida... pero lo importante realmente no son estos números cuadriculados, lo que vale la pena recordar es que en el caminar del día a día siempre tuve el momento mágico de unos pocos gramos de jamón, algunos de ellos, como las mejores memorias de la vida, fueron sencillamente sublimes.
imagen: http://www.tiendajulianmartin.es
ORIOL, no solo es sublime ese "cerdo iberico" con perdon, has estado "sublime" en Tu narracion y no es en menor grado esa tienda de Guijuelo donde solo el aroma seguro alimenta. Y como bien dicen el cerdo es bello hasta en los "andares".
ResponderEliminarole, ole i ole!!! què més puc dir? De sobres saps el meu amor pel porc. Sóc un menjador compulsiu de tot el que surti d'un porc, i moltes vegades ho hem compartit. Una forta abraçada, i visqui el porc!!!
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