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El Baluarte de los neumáticos

imagen tomada en el Baluarte de Las Monjas, domingo 13 de febrero de 2011
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imagen tomada en el Baluarte de Las Monjas, 19 de julio de 2008
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Desde que vivimos en Ciudad de Panamá, cada fin de semana que nos quedamos en la ciudad acostumbramos a pasear por nuestro rincón favorito de la capital, el Casco Antiguo. Para nuestra familia tiene casi todos los alicientes que nos gustan, hacer la ronda por sus plazas y calles, desde la Catedral hasta la "proa" de la ciudad representada por la Plaza Francia y el Paseo de las Bovedas. Apreciamos poder sentarnos en sus terrazas y restaurantes, comer helados de calidad, disfrutar de sus tiendas y de la paz que se respira en este ocio ciudadano al aire libre.
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En algo más de dos años hemos visto la evolución del barrio, como se han rehabilitado tantas casas en ruinas que con nuevos usos han recuperado el esplendor de antaño. Sin duda desde la declaración por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad y el plan de recuperación del patrimonio, cada día es más satisfactoria la visita y lo va a ser más hasta el punto de es innegable el potencial turístico. Es necesario destacar el trabajo de arquitectos, promotores inmobiliarios e inversores dedicados a la labor de recuperación arquitectónica, más allá de que exista alguna polémica con tal o cual desarrollo, en general cada intervención cabe destacarla como exitosa.
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Si bien destaco las actuaciones privadas para recuperar y embellecer bajo la mirada de un plan gubernamental,  uno de los conceptos que faltan por afianzar, tanto en el casco antiguo como en el resto de la ciudad es el cuidado de los bienes de interés común. Con nuestros votos e impuestos delegamos en los representantes de alcaldía y gobierno la organización, el desarrollo y el mantenimiento de los lugares públicos que son el escenario de nuestras vidas. .
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De poco vale construir el edificio más bello del mundo si todo lo que lo rodea contradice tal belleza, del mismo modo que es estúpido permitir que se eleven 5 rascacielos de 40 plantas en una pequeña calle de Bellavista  si no se adaptan los accesos y vialidades para ofrecer calidad de vida fuera de las cuatro paredes de un hogar. Todo ello contribuye en la que creo que es todavía la mayor contradicción del desarrollo imparable de Panamá: se guarda el polvo debajo de la alfombra o se traslada la porquería a la acera de enfrente.
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Un ejemplo grotesco es la incomprensible suciedad eterna de la playa del Baluarte de Las Monjas representada por las decenas de neumáticos que habitan en la arena. Para los que conocen el casco antiguo, se trata del principal espacio abierto del barrio que hace las veces de mirador sobre el Pacífico, permite organizar eventos, ferias y mercadillos. A los pies del Baluarte encontramos la "playa de los neumáticos" y la estampa perenne es la desidia provocada por las ruedas de carros y camiones que la ocupan sin pagar rentas municipales.
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Desde mediados de 2008, como delatan las imágenes, observo los cauchos y a las preguntas inquisidoras, siempre la misma respuesta, es culpa de la marea que los trae hasta la playa. En todo caso es un argumento relativo. En primer lugar es culpa del que los lanza al mar, culpa del que permite que alguien lo haga, el vaivén oceánico lo único que hace es concentrar los desechos en algunas partes y parece que este Baluarte sea un garaje de reparaciones automotrices. Lo cierto es que no me creo que lleguen tantos cauchos por día o por semana, simplemente nadie se responsabiliza por recuperarlos de la playa y se van acumulando como huesos de paquidermo en un cementerio de elefantes.
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¿Es esta la imagen que nos interesa proyectar a los turistas de todo el mundo que nos visitan?, ¿Son estas las miserias de nosotros mismos que no somos capaces de reciclar?.

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