La Isla de Taboga es la principal de un pequeño archipiélago compuesto por otras tres, desde el punto más elevado de la isla, el Mirador de El Vigia a 307 metros sobre el nivel del mar, podemos divisar todo el archipiélago entre las que destaca Taboguilla por almacenar depósitos petroleros en la ruta de acceso al Canal de Panamá. Mucho más pegada a Taboga, separada por un estrecho canal de navegación, destaca en el extremo sur la isla deshabitada Urabá.
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Pero la isla que más llama la atención es la que se conoce como El Morro, separada por tan solo unos 300 metros de la Isla Taboga durante el ciclo de Marea Alta, vuelve a unirse a la isla principal con el descenso de las aguas mediante un brazo de arena perfectamente transitable. La relación entre madre e hijo depende por consiguiente de los caprichos de la luna y el acompasado vaivén de las mareas.... el hijo se independiza la mitad del día para vivir sus propias aventuras y regresa al abrazo materno con el descenso de la marea para recibir de nuevo el calor del hogar.
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La Isla de El Morro en aquellos momentos escasos de independencia soberana de Taboga, cuando se desprende del cordón umbilical de arena. Tiene personalidad propia y en sus buenos tiempos albergó mucho más que árboles. En ella reposan los restos de muchos de los que buscaron fortuna en este pedazo de tierra en el cementerio francés y el inglés. A mediados del siglo XIX funcionó una importante fábrica de la que aún hay visibles restos y en sus partes altas incluso estaban las viviendas de los obreros. Demasiadas historias para un pedazo tan pequeño de tierra rodeado de mar. El Morro condensa en su escaso diámetro la proporción de cuentos y vivencias a escala de Taboga, parece mentira que dos islas de tan minúscula naturaleza estén tan llenas de historia.
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La Personalidad incomparable de El Morro domina la vista del pueblo de San Pedro de Taboga, es su estandarte, el hocico que se mete en el océano para ser avistado por navegantes antes que su propia madre. Sin El Morro, a Taboga le faltaría un norte, la personalidad que define su estampa. Es el cerebro silencioso de la isla desde donde surge la columna vertebral que posibilita la concentración de arena en los hombros de la Isla Taboga que aguanta este cabezón con melenas tropicales. No pueden vivir el uno sin la otra, el Morro es Taboga, pero sin Taboga el Morro sería un olvidado pedrusco en mitad de la nada oceánica... ¿Será esto una buena metáfora para describir el complejo de Edipo?
Postales de la Madre Taboga y el Hijo Morro
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Las Playas del Morro y La Restinga son los hombros donde se aguanta la cabeza de El Morro, según la marea, el cuello se ensancha hasta unirse a la cabeza con profusión o se acorta hasta que desaparece toda unión. Entonces El Morro se va de rumba hasta que horas despues, con el amanecer, regresa a casa para "sentar" cabeza.
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Traje diurno y vestido vespertino. En nuestra búsqueda familiar por el perro más amable que jamás hayamos conocido, Capitan Morgan, pastor alemán propiedad de "El loco", recorrimos la playa de la Restinga a todas horas para jugar con el can. Le lanzamos piedras y todo tipo de ramas que con espectaculares brincos cazaba al aire. El perro es un heroe en la isla, ya ha salvado a dos personas de morir ahogadas y lo intentó con una tercera que no quería ser salvada, practicaba buceo. Mi hija espera a Morgan frente al cambiante Morro para lanzarle una "ramita".
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El Morro y Taboga en su particular relación familiar provocada por las mareas. Durante toda la estancia en esta isla, me dominó con intensidad la admiración de El Morro y su naturaleza permanentemente cambiante. Fue mi relajada compañía visual desde la playa, la atalaya del hotel, las alturas del cerro de El Vigia o simplemente en los andares por el pueblo. Inseparables.
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Has captado muy bien esa subida de mareas y su influencia espectacular en las imagenes del morro.
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