Domingo por la mañana, no hay tráfico en Panamá, la ciudad parece desierta. Llegamos al edificio de la naviera Evergreen, el hall está abandonado, llama la atención el puesto de vigilancia con las cámaras de seguridad encendidas, ¿habrá pasado antes que nosotros el agente secreto de Impossible Mission para robar un microfilm decisivo para la paz mundial?. Domina una sensación misteriosa de silencio y abandono como si fueramos los protagonistas de la película Matrix asaltando el edificio de los malos para salvar a Neo.
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Se abre el ascensor, no hay nadie. Tocamos todos los botones pero solo funciona el número 4, más misterio, ¿estamos entrando en una madriguera sin escapatoria?. Contenemos la respiración hasta que el elevador se detiene, se abren las puertas y de pronto...
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¡Sorpresa!, un restaurante de amplios salones ante nuestra atónita mirada, lleno a rebosar, toda la ciudadanía de la capital ha decidido desayunar en el mismo lugar, el bullicio es impresionante, todas las mesas ocupadas, gente haciendo cola, meseros volando por los pasillos con carritos llenos de especialidades chinas, un ambiente festivo y ruidoso que nos conquista al instante. En segundos hemos cambiado la película de espias por una comedia de Federico Fellini y preferimos mil veces este alocado escenario que rompe la lánguida rutina de un domingo por la mañana.
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El templo del desayuno dominical de muchos panameños es este "unicornio" de la abundancia y comida bien elaborada a buen precio. A nuestra mesa llegan estaciones rodantes con especialidades chinas al vapor, frituras, guisados de carnes y vegetales. Comida que entra por los ojos en pequeñas porciones que trasladamos a la mesa sin pensar en la cuenta final. Todo está bueno y el hambre se extiende durante horas hasta que el desayuno se funde con el almuerzo gracias a la sabrosa cocina y mejor tertulia con los amigos.
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Este es un espectáculo que todos deberían probar una vez en la vida. ¿Cuantos días faltan para el siguiente domingo?
lo mejor de Panama
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