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Château Petrus, el más grande de los Vinos míticos


En la llanura de Pomerol se producen algunos de los mejores vinos del mundo, el más famoso es el Petrus. La viña del Château familiar es de densa arcilla en su superficie que regula la humedad del suelo y gravas que le aportan un marcado carácter ferroso. Tan solo 11 hectáreas de merlot, y un pequeño porcentaje de cabernet franc que practicamente nunca aparece en el ensamblaje pero que forma parte del duo tradicional en el viñedo desde el siglo XIX. La sede de la bodega es un edificio sin mayores alardes que confunden al visitante la primera vez esperando encontrar una edificación acorde a la mística del vino.

La historia de Petrus está asociada a la importancia que adquirieron los négociants franceses, en su caso es fundamental la figura de Jean-Pierre Moueix, quien no solo conseguió la exclusiva del vino, acabó siendo propietario de la mayoría de las acciones. La familia Moeuix sigue al frente de la dirección de la bodega y son parte indivisible de su éxito. Entre otras, son propiedad de la familia importantes bodegas bordelesas como La Fleur-Petrus o Trotanoy.

¿Cómo construyen este extraordinario vino?, sus métodos hoy en día pueden parecer convencionales, pero es la conjunción de todo ello lo que garantiza el éxito: En las viñas, las cepas viejisimas alcanzan hasta los 70 años de edad antes de ser sustituidas, 45 años de media, lo que en la zona es excepcional. un rendimiento de 7 a 8 racimos por planta para moderar la carga tánica, poda en verde considerada en su día como revolucionaria y un cuidado extremo de las condiciones de la viña cuando se acerca la vendimia (estufas para mitigar los fríos nocturnos). La vendimia la realizan 180 expertos vendimiadores después del mediodia para evitar excesos de humedad en el ambiente y lo recogen todo en unas pocas horas. En la bodega, el vino nace en depósitos de cemento, y se hace mayor durante 20 meses en barricas nuevas de roble con trasiegos trimestrales.

La producción en una buena añada tan solo llega a 40.000 botellas que en el mercado se venden al 1.000 % del precio de venta de la bodega, evidentemente el negocio lo hacen los "négociants" que en Petrus se pagan y se dan el vuelto. Las grandes añadas históricas como la de 1961 y 1982 no estarían enmarcadas en esta evolución de precios, simplemente forman parte de colecciones privadas y aparecen fugazmente en las casas de subastas... si teneis un Petrus del 61 bien conservado podeis pedir por él más de 25.000 dolares que os pueden ayudar en la inicial de un yate de recreo...

¿Qué podemos encontrar en un Petrus?, la mayoría de nosotros no lo hemos probado ni lo haremos nunca y por tanto, como sucede con mitos como Marilyn Monroe o James Dean, la cata de estos personajes es fruto de la imaginación, de las biografías y de las películas que hayamos visto. Casi nadie puede hablarnos en primera persona sobre las míticas añadas de 1945 y 1947... posiblemente fueron grandiosas para los consumidores de los años 70 y excelsas para los franceses que identificaron la gran añada de 1945 con el final de la guerra mundial. Después de la década de los sesenta, con el 61 como más recordado, vino un declive histórico en la bodega en la década de los setenta y una tímida recuperación de la calidad en algunas añadas de los ochentas. Los últimos años Petrus ha añadido añadas míticas a su colección, la del 89 y 90 como artífices de la recuperación del máximo nivel, las del 94 y 95 como confirmación de la nueva era, y las más recientes de 1998 y 2000 que muchos comparan a los logros de los años cuarenta.

Construir una cata hipotética de un Petrus modelo es un ejercicio de riesgo, al igual que con el resto de vinos, pero si repasamos catas de distintas añadas y conocemos la linea de trabajo enológico de una bodega encontramos una base en la que sustentar una presentación homogenea, en el caso de Petrus hay un nexo indivisible en su estructura: La sedosidad en boca de una elegancia incomparable, terciopelo como hilo conductor de su textura que conquista antes por su profunda nariz, la quintaesencia de la apertura de un vino en la copa, lenta, llena de contrastes y cambios, avances y retrocesos, plenitud de fruta madura, recuerdos a animales, licores nobles y trufas y un nítido fondo mineral muy característico de su terroir.

Os invito a disfrutarlo con la imaginación y a que utiliceis los poderes de Santa Rita, patrona de los imposibles, para que un día aparezca una botella perdida del 61 en un rincón de la casa de vuestros abuelos. Para los que hayan tenido en esta vida la experiencia les invito a que nos la cuenten.

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