Acabando con el pescado de la Isla de Sumito

Después de las compras en el Mercado de Los Cocos en Porlamar, nos citamos en algún lugar de la isla para cocinarlo todo y disfrutar de un día entre amigos. Además de la familia de Sumito y de la mía, nos acompaño la familia del tío de mi esposa y durante la tarde fueron agregándose a la fiesta amigos de Sumito en la isla. Acabamos en un fiesta con buena música, baños para los niños y las mejores tertulias.

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Esta foto simboliza el atardecer relajado frente al mar, fin de fiesta en el que todos nos sentimos en familia felices por compartir. Ahora vamos a tener una reedición con la presencia de Sumito en Panamá donde espero poder corresponder como cicerone para presentar las bellezas del ombligo de América.

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La sopa de pescado y marisco fue lo primero que se preparó y estuvo todo el tiempo del mundo en el fuego para ser disfrutada al final de la comida como si fueran los fuegos artificales de la clausura de una gran jornada gastronómica.

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Dos grandes de la cocina, uno de relevancia continental obsesionado por una sopa de pescado y la otra, mi señora, la que más felicidad me lleva a la mesa día a día. Selva prepara unos langostinos de una calidad tan increible que a pesar de ser carisimos no podían ser desestimados. En la plancha, con aceite de oliva, ajo y perejil son uno de los manjares que casi casi no cambio por mariscos de más solera... para mi, no existe una langosta o bogavante que pueda equipararse al placer del mejor langostino.

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Comimos de manera informal durante toda la jornada, no había reglas ni convencionalismos. el que quería se acercaba a la mesa se servía un trago o picaba los manjares que iban apareciendo: ensalada, pasapalos variados, langostinos, huevas fritas, tajalí, anchoveta, dorado, barracuda... y muchas cabezas y colas en la sopa de pescado.

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El rey de la mesa fue el tajalí frito, todos quedamos prendados por el sabroso sabor de este pescado tan poco popular en la mesa venezolana. Con un precio ridículo que ronda los 10 BsF por kilo es un chollo que no se puede desperdiciar. Al llegar a Caracas compramos más tajalí en el mercado porque los niños quedaron prendados y los mayores conquistados.
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Casi tres años de amistad, muchas ideas y vivencias en común resumen el cariño que nuestras familias se profesan. Venezuela es un lugar en el mundo abierto a la amistad y para este Catalán el Gocho del Vallecito merideño es junto a un gran grupo de amigos el corazón de nuestros afectos más íntimos y la convergencia de pasiones gastronómicas compartidas.