Los cayos del Parque Nacional de Morrocoy forman un pequeño universo con sus propias normas y particularidades. Desde los embarcaderos y marinas de Tucacas o Chichiriviche con la salida del Sol se reproduce a diario un guión con los mismos actores de reparto en los prestadores de servicios y el público itinerante. El turista se integra en el mundo acuático de Morrocoy para alcanzar cualquiera de sus playas de arena coralina y aguas transparentes o perderse con sus propias embarcaciones surcando el laberinto de cayos y manglares para fondear en aguas tranquilas y poco profundas.
He podido conocer a lo largo de estos años las playas más relevantes del país, desde islas como Los Roques, La Tortuga o Margarita, a las playas continentales desde las de Paraguaná a Mochima pasando por el litoral central. El ambiente y características de los cayos de Morrocoy es distinto a todas las otras experiencias playeras: primero por el hecho de que para disfrutar del baño y la arena debemos contratar el puesto en peñeros populares o disfrutar de embarcaciones privadas. En segundo lugar lo que hace que sea radicalmente distinto al resto de playas venezolanas, continentales o isleñas, es que en las playas de Morrocoy no existen servicios fijos de comida, ni restaurantes, kioscos o taguaras de modo que para el almuerzo solo tenemos dos opciones, llevar nuestra propia comida o esperar la llegada de los "restaurantes flotantes".
Desde lanchas y peñeros o incluso personas que nadan con su puesto de comida a lomo, la oferta es múltiple y para todos los gustos. Me impresionó el punto más caliente de todos los cayos, el cayo Juanes, aquello parecía la calle del hambre acuática de cualquier capital venezolana, aunque en este caso los perros calientes, empanadas y arepas dejan paso al marisco y el pescado, postres, cocteles, etc.
Como en Las Mercedes o Los Palos Grandes, la oferta es amplisima y hay que dejarse aconsejar por los temporadistas con experiencia para saber quien ofrece la mejor langosta, quien prepara un ceviche de calidad o un postre decente. Los servicios son completos, y la verdad es que tuvimos muy buenas experiencias con un marisco de gran calidad. Me llamó la atención que algunos peñeros disponen incluso del pago con tarjeta de credito y aceptan cesta ticket.
Los que más me gustaron:
la lancha de los cócteles. Poco antes del almuerzo o a media tarde aparece una lancha que ofrece sus combinados refrescantes. Daisy, la esposa de Patrick Rabion y yo esperamos pacientemente en la "barra" de esta cocteleria a que nos sirvan una cocada y un daikiri, al final todos sucumbimos a un bar de lujo sin salir del agua.
Chevy Chase, el Rey del Marisco: Me imagino que este hombre es ya una estampa familiar para todos los que tienen embarcación y apartamento propio en Tucacas. Chevy Chase Lleva toda la vida haciendo lo mismo, buscando la mejor selección de langostas, langostinos y pulpos para ofrecerselos a una clientela fiel. No creo que la gente quede decepcionada porque sabe hacer bien su trabajo y la calidad que ofrece es excelente, no me extrañaría que tarde o temprano su negocio llegue a ser tan próspero que tenga una flota a su servicio o la primera franquicia de restauración acuática que bien prodría llamarse "Mc Chevy's" o "Chevy Plan".
He podido conocer a lo largo de estos años las playas más relevantes del país, desde islas como Los Roques, La Tortuga o Margarita, a las playas continentales desde las de Paraguaná a Mochima pasando por el litoral central. El ambiente y características de los cayos de Morrocoy es distinto a todas las otras experiencias playeras: primero por el hecho de que para disfrutar del baño y la arena debemos contratar el puesto en peñeros populares o disfrutar de embarcaciones privadas. En segundo lugar lo que hace que sea radicalmente distinto al resto de playas venezolanas, continentales o isleñas, es que en las playas de Morrocoy no existen servicios fijos de comida, ni restaurantes, kioscos o taguaras de modo que para el almuerzo solo tenemos dos opciones, llevar nuestra propia comida o esperar la llegada de los "restaurantes flotantes".
Desde lanchas y peñeros o incluso personas que nadan con su puesto de comida a lomo, la oferta es múltiple y para todos los gustos. Me impresionó el punto más caliente de todos los cayos, el cayo Juanes, aquello parecía la calle del hambre acuática de cualquier capital venezolana, aunque en este caso los perros calientes, empanadas y arepas dejan paso al marisco y el pescado, postres, cocteles, etc.
Como en Las Mercedes o Los Palos Grandes, la oferta es amplisima y hay que dejarse aconsejar por los temporadistas con experiencia para saber quien ofrece la mejor langosta, quien prepara un ceviche de calidad o un postre decente. Los servicios son completos, y la verdad es que tuvimos muy buenas experiencias con un marisco de gran calidad. Me llamó la atención que algunos peñeros disponen incluso del pago con tarjeta de credito y aceptan cesta ticket.
Los que más me gustaron:
la lancha de los cócteles. Poco antes del almuerzo o a media tarde aparece una lancha que ofrece sus combinados refrescantes. Daisy, la esposa de Patrick Rabion y yo esperamos pacientemente en la "barra" de esta cocteleria a que nos sirvan una cocada y un daikiri, al final todos sucumbimos a un bar de lujo sin salir del agua.
Chevy Chase, el Rey del Marisco: Me imagino que este hombre es ya una estampa familiar para todos los que tienen embarcación y apartamento propio en Tucacas. Chevy Chase Lleva toda la vida haciendo lo mismo, buscando la mejor selección de langostas, langostinos y pulpos para ofrecerselos a una clientela fiel. No creo que la gente quede decepcionada porque sabe hacer bien su trabajo y la calidad que ofrece es excelente, no me extrañaría que tarde o temprano su negocio llegue a ser tan próspero que tenga una flota a su servicio o la primera franquicia de restauración acuática que bien prodría llamarse "Mc Chevy's" o "Chevy Plan".
Si el nombre de Venezuela es una herencia de aquella asociación de ideas de los primeros colonizadores refiriendose a la "pequeña Venezia" por los palafitos de las poblaciones indigenas, la oferta restauradora de Morrocoy toma todo el crédito a aquella expresión gracias a las góndolas del gusto que recorren cada día los cayos en una de las ofertas turísticas más atractivas de todo el país.
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