Este mediodía sucedió algo que ni mi socio Fernando ni yo jamás antes habiamos hecho. Estuvimos toda la mañana trabajando intensamente en las oficinas de Panamá y al llegar la hora del almuerzo estabamos hambrientos, decidimos comer cerca del mar. Fuimos a un restaurante de amplia trayectoria en la ciudad que hasta el momento no habiamos probado.
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La experiencia fue tan desastrosa que a mitad del almuerzo decidimos no continuar, no valia la pena seguir comiendo porque sabiamos que era imposible que mejorara la comida, el servicio, el ambiente... no valia la pena ni discutir, de modo que pedimos la cuenta, pagamos y decidimos caminar hasta otro restaurante cercano para continuar comiendo, en este caso si nos fue muy bien y pudimos cambiar totalmente la historia de la tarde para que acabara siendo satisfactoria para el paladar y el espíritu.
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Normalmente cuando nos va mal en un restaurante, nos enfadamos en grado creciente a medida que transcurre el servicio hasta el punto de que llega un momento en que todo nos parece infame porque ya no somos capaces de conceder más crédito al lugar. De ahi a enfrentarnos a la gerencia, a los mesoneros y a quien se ponga por delante es cuestión de personalidades. Hoy teniamos un día tan bueno y productivo, estabamos tan contentos por como funcionan las cosas en Panamá que pagamos para no seguir sufriendo y ganarnos la renovación del hambre y el deseo de seguir comiendo en otra parte.
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Dos almuerzos en un solo día para pasar del infierno al cielo, y lo mejor, fuimos premiados con el cambio para disfrutar del encuentro inesperado con un Marqués de Murrieta Ygay reserva 1999 que estaba brutal y por solo 40 dólares !!!!!!!
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