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insomnio, lentejas, café y cigarrillos

Hace mucho tiempo un amigo me contó como era el día a día de un poderoso gobernante en la intimidad de su palacio cuando no había visitas de otros dignatarios internacionales o reuniones de gabinete, es decir, que hacía él en la vida cotidiana. Mi amigo trabajaba en el turno de noche para atender al líder de su nación y mis preguntas sobre lo que ocurría en aquellos momentos estaban llenas de curiosidad. Imaginaba cualquier cantidad de extravagancias y caprichos de aquel que lo tiene todo en su mano.
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Aquellas elucubraciones y fantasias no fueron satisfechas por mi interlocutor, todo lo contrario, dibujó un entorno totalmente opuesto, una vida monótona hasta altas horas de la madrugada provocada por el insomnio del jefe de la nación. Quien sabe por que razón el poderoso no se rendía ni ante el amable brazo democrático de morfeo que a todos nos invita al merecido descanso. Sus detractores quizás argumentarian que a esas horas de la madrugada era el único momento en donde el grito de sus propios remordimientos por el mal gobierno era tan ensordecedor que hacía imposible pactar con la almohada. Los partidarios, por supuesto, defenderían que el líder velaba por todos los subditos las 24 horas del día y aprovechaba el silencio de la noche para seguir afianzando su programa político.
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No comía practicamente nada durante la jornada de trabajo, se mantenía concentrado consumiendo freneticamente café tras café, cigarrilo tras cigarrillo. Era en esas horas intempestivas, en la soledad del inmenso palacio cuando el hambre azotaba al líder, ponía a trabajar a la cocina para un menú simple y repetitivo: lentejas, decenas de recetas con lentejas, preferentemente las más simples y cuarteleras que le hacían recordar su juventud de ideales y armaduras.
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Las noches presidenciales se fueron consumiendo, porque no hay poder que dure una eternidad. Así, días tras día, entre lentejas, cafés, cigarrillos e insomnio hasta que cedió el timón de la nación. Para aquel hombre que un día goberno a todo un pueblo fue sencillo continuar viviendo después de su mandato: siguió noche tras noche viviendo con el mismo insomnio, el mismo café humeante cada media hora, la compañía de sus cigarrillos rubios y un plato de lentejas que siempre deja a medias.
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