Cada mañana entre las 8 y la 8 y media circulo por el corredor sur, la autopista de peaje que une el centro de Ciudad de Panamá con la urbanización de Costa del Este donde tengo la sede de la empresa. Uno de los espectáculos que cada día puedo presenciar es el panorama de la amplia bahia que abraza desde la Punta Pacífica, las ruinas del Panamá viejo y el fondo Costa del Este.
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No hay dos días iguales, principalmente provocado por la incidencia de las mareas que en este punto de la costa se admira de forma espectacular ya que la extensión del arenal es inmensa y llega practicamente hasta el horizonte de modo que podemos ver como el mar se retira por completo dejando imágenes surrealistas, la preferida es aquella en que la arena aún está humeda y provoca un efecto espejo en el que se reflejan todos los rascacielos. La subida de la marea también es un espectáculo gracias a un oleaje que se extiende rectilineo y perfectamente ordenado.
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El segundo elemento que modifica a diario la estampa es el cielo en la temporada de lluvias, es una auténtica lotería en la que adivinamos miles de graduaciones del color gris gracias a la intensidad, capas, distancia, volumen y filtración de los rayos solares en la composición de las nubes, desde un gris oscuro, casi negruzco, a días de niebla de un blanco nuclear. No llevo conmigo la cámara cada día para hacer colección de estos momentos. El sábado pasado si, y esta era la forma en la que conjugaban cielo, mar, nubes y rascacielos.
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