Es la mejor plancha japonesa de la ciudad y en nuestro caso la frecuencia de la visita depende de la insistencia de nuestros hijos, para ellos es uno de sus lugares de culto porque les encanta la comida y se divierten muchísimo con la preparación del chef frente a sus ojos.
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Siempre pedimos dos "Combinación especial Ginza", un menú combinado que tiene dos etapas. La primer es la menos interesante, pan de ajo, crema de maiz y ensalada son los abrebocas para entretener la espera de la plancha y no invitan a pensar que lo que viene luego vaya a ser tan bueno.
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La segunda parte se inicia con la llegada del "guerrero Ninja" en forma de cocinero oriental con espátula en vez de espada, para entonces la plancha ya está a temperatura y empieza el espectáculo. A una velocidad de vértigo prepara uno tras otro todos los componentes del menú y cual croupier de alguno de los casinos cercanos empieza a repartir la comida entre los famélicos y ansiosos comensales, rendidos a estas alturas por su virtuosismo.
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Los ases de la baraja son el pescado del día, de un cremoso y aterciopelado insuperable, los langostinos y conchuelas perfectamente flameados. Los reyes para los más pequeños son el pollo y el filete, y la reina de corazones para los adultos son los berros y brotes de soja. El menú desaparece tan rápido que pedimos dos de una vez y en ocasiones ración extra de langostinos porque mis hijos se avalanzan sobre ellos y no nos dejan ni la punta de la colita.
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La relación calidad / precio es excesiva, aunque se pueda justificar por la altisima calidad de los pescados y mariscos, tampoco es tan generosa en piezas por lo que para saciarnos hay que hacer gasto extra. La carta de vinos es escasa y sin alardes, en este lugar apetecería beber un vino blanco de más nivel, por estas carencias muchas veces preferimos la cerveza Kirin.
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Siempre pedimos dos "Combinación especial Ginza", un menú combinado que tiene dos etapas. La primer es la menos interesante, pan de ajo, crema de maiz y ensalada son los abrebocas para entretener la espera de la plancha y no invitan a pensar que lo que viene luego vaya a ser tan bueno.
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La segunda parte se inicia con la llegada del "guerrero Ninja" en forma de cocinero oriental con espátula en vez de espada, para entonces la plancha ya está a temperatura y empieza el espectáculo. A una velocidad de vértigo prepara uno tras otro todos los componentes del menú y cual croupier de alguno de los casinos cercanos empieza a repartir la comida entre los famélicos y ansiosos comensales, rendidos a estas alturas por su virtuosismo.
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Los ases de la baraja son el pescado del día, de un cremoso y aterciopelado insuperable, los langostinos y conchuelas perfectamente flameados. Los reyes para los más pequeños son el pollo y el filete, y la reina de corazones para los adultos son los berros y brotes de soja. El menú desaparece tan rápido que pedimos dos de una vez y en ocasiones ración extra de langostinos porque mis hijos se avalanzan sobre ellos y no nos dejan ni la punta de la colita.
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La relación calidad / precio es excesiva, aunque se pueda justificar por la altisima calidad de los pescados y mariscos, tampoco es tan generosa en piezas por lo que para saciarnos hay que hacer gasto extra. La carta de vinos es escasa y sin alardes, en este lugar apetecería beber un vino blanco de más nivel, por estas carencias muchas veces preferimos la cerveza Kirin.
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