Las imágenes no las tomé yo, fueron un regalo de un gran amigo venezolano, aunque la verdad es que para mi fueron una estampa magnífica de aquellos placeres que he podido vivir durante mis años en Venezuela. Cruzar los caminos de los llanos, llegar a uno de sus hatos para compartir con decenas de invitados convocados, unos conocidos, la mayoría para convertirse en amigos inseparables después de compartir el fuego.
Una res, la vara, las cervezas Polar para entretener la espera y incrementar ánimos y tertulias. Música de cuatro, arpa y maracas, envites de contrapunteo, quien me conoce sabe que acabé aprendiendo del verso improvisado de aquellos llanos para lanzarme como el "catalán de los llanos"... mientras el fuego sigue trabajando y aparecen los primeros whiskys en las rocas con agua perrier.
Unos chorizos y morcillas como preludio para provocar calor en el paladar y el deseo de seguir adentrándose en la ciencia de la grasa. Los primeros vinos y unas costillas para los que amamos el músculo atado al hueso. El atardecer con un punto insuperable de felicidad en los ojos, con una buena cantidad de alcohol en la sangre, de aquel que debería ser recetado por médicos, porque es filtro deshuesado para prometer con los amigos por un hoy interminable que genera lazos irrompibles. Brindo por una digestión que jamás concluye mientras dure la música...
hoy soñé con los llanos de mi Venezuela, gracias José Rafael !!
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