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En Panamá la literatura especializada en vino y gastronomía tiene un nombre propio en la figura de la periodista Ana Alfaro, desde hace 10 años protagoniza semana tras semana crónicas y reportajes en el periódico de ámbito nacional La Prensa.
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Presente en la sección gastronómica miércoles y domingos, es una de las voces más autorizadas en el país para descifrar todo lo que vive y se expresa en un ingrediente, en la cultura culinaria y enológica de cualquier origen reflejada en un plato, una copa o vista desde la experiencia in situ.
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Gracias a su agilidad de recursos se expresa cómoda ante cualquier variación temática, aquella cintura cultural que permite sentir como propia la vivencia en el mercado profesional de atun de Tokyo o desgranar hasta el tuétano o la semilla las posibilidades que ofrece un mamón chino.
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Pero en las mismas páginas de La Prensa convive otra voz poderosa con una misión permanente de combate y que firma como "Aristóloga", un pseudónimo a caballo entre el científico del cosmos, el elaborador de cartas astrales y un deje de finura aristrocrática, ¿será mujer? ¿o se trata de un juego secreto?. Por lo pequeño de este país quizá la linea editorial del periódico decidiera en su momento proteger el anonimato del bandolero que asalta restaurantes para llevar a los lectores un preciado botín: La Crítica que cuando es recomendación llena libros de reservas, bolsillos y agradecimientos, pero cuando merece advertencia o regaño es siempre indeseable a los intereses del aludido.
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Se rumorea en la calle que Ana Alfaro, el buen Anakin Skywalker de la gastronomía, como todo guerrero Jedi, tiene tentaciones para mutar cual Darth Vader y pasarse al lado oscuro de la fuerza bajo la máscara del anonimato. ¿Será ella la otra o son una suerte de hermanas gemelas, una bajo el karma del Yin y la otra en la negritud del Yang?, eso jamás nos ha sido revelado, pero un servidor, puesto a Sherlock Holmes con lupa, se ha dedicado a comparar textos y en los recursos literarios encuentra curiosos lazos familiares.
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La misteriosa ciudadana Aristóloga aparece sin avisar en la constelación culinaria del istmo, con capa negra y tenedor cual espada de luz en la mano, convertida en vigilante del Imperio Galáctico al azote de los restaurantes rebeldes que pululan por la galaxia panameña. En su cuaderno de bitácora exhibe crónicas quirúrgicas en donde desmenuza todas las características que confluyen en la oferta del restaurador, desde la trayectoria del chef, el ambiente y el detalle de un mantel a una muestra empírica amplia, amplisima, del menú.
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En según que ocasiones, cuando el recorrido por un menú toma tintes dantescos, Darth Vader en vez de optar por disparar el arma de destrucción masiva de la Estrella de la Muerte, respira hondo, renueva ansias y con tesón continua en la mesa hasta probar el último de los platos de la carta. La ampliación de la muestra permite entonces una visión de conjunto cuya crítica adquiere una fiabilidad razonable para su legión de seguidores.
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Provoca envidia sana en el lector cuando describe placeres y recomienda "ampliamente" la oferta de un restaurante cuando la experiencia está trufada de satisfacciones, pero también se "sacrifica" hasta la extenuación cuando sucede lo contrario, cuando camina por un desierto de servilleta, mantel y platos indecorosos en búsqueda de un oasis que permita clamar por almenos un plato que merezca la visita al lugar.
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Es en esta actitud perseverante y detallista donde uno encuentra razones para pensar que entre la Alfaro a pecho descubierto y la escurridiza Aristóloga hay parentesco... será que son dos que siempre viajan juntas o una que sabe transformarse de Dr. Jeckyll en Mr. Hyde a su antojo y para regocijo del lector. Quizá es un secreto que jamás nos será revelado, y alomejor no importa mientras cada miércoles y cada domingo una y otra sigan ilustrando a los panameños sobre las bondades de la sapiencia enogastronómica y las visicitudes que a diario se cuecen en los fogones patrios.
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