En unos pocos días cumplo el décimo aniversario de matrimonio. Cuando me casé lo hice no solo con mi amada esposa, también con toda su familia y especialmente con mis “suegritos” venezolanos. Humberto del Zulia y Selva María Merideña, ambos caraqueños de adopción, son una muestra de la riqueza cultural y gastronómica de Venezuela. Por si fuera poco, mi suegra tiene la mejor sazón del país y mi esposa ha heredado el amor por los fogones.
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En este entorno, he vivido un constante contrapunteo culinario... una espuma de sofrito catalán al estilo de Ferràn Adrià con carpaccio de morcilla versus un conejo zuliano alimentado con orégano cocinado durante un día con leche de coco... todo es válido en cocina, desde las recetas centenarias de la abuela María, a la aplicación inteligente de las últimas tecnologías. ¿el secreto de todos estos platos? Que además de estar buenísimos, emocionan por la ideología que esconden y, sin excepción, suponen un reconocimiento de la exigente selección en la calidad de la materia prima.
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Desde que adquirí el título nobiliario de “el yerno catalán” en la familia de mi esposa, el debate sobre la calidad de la materia prima ha sido una constante apasionada, particularmente con mi suegro. En su despensa guarda un enorme surtido de productos en conserva, un acopio preparado para resistir dos años el asedio de Troya. He observado que esta conducta no es exclusiva en mi entorno, en general la familia venezolana ha asimilado este procedimiento motivado desde hace años por los vaivenes de la política.
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Uno de mis pasatiempos favoritos en las visitas a la despensa del “suegrito” era comprobar el porcentaje de productos caducados versus productos sin caducar (si lee estas líneas no me dejará entrar otra vez en su casa), cuando el limite de lo caducado era indecente, aplicaba el código rojo: seleccionaba lo más grave (caviar alemán caducado desde 1999...) para enviarlo a la basura pero en el último momento aparecía mi esposa para recordarme que a su padre le gusta guardarlo todo y que como sheriff del condado estaba fuera de mi jurisdicción... resignado, no tenía otra opción que la del diálogo con él para lograr un cambio en las bases de su comportamiento moral.
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Las respuestas, con una irónica sonrisa en los labios, me dejaban sin argumentos: “la fecha de caducidad es una obligación para los fabricantes, pero la mayoría de los productos enlatados siguen en perfecto estado años después de caducar, además me parece que están aún más buenos”, no duden que lo que quería decir era “déjame en paz, muchachito europeo”.
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Después de varios intentos fallidos, aprendí a respetar cualquier criterio por muy alejado que estuviera de mis principios. En un matrimonio, con suegrito incluido, es necesario hacer concesiones. Lo más difícil fue tomar el whisky en las rocas con soda y bañar el pan de molde en Coca Cola al más puro estilo zuliano.
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En Barcelona se celebró estos días una nueva edición de la Feria Alimentaria, el punto de encuentro del sector alimentario más importante del mundo. Mi misión, como importador en América Latina, se ha centrado siempre en encontrar productos innovadores en la feria bajo la premisa de alta calidad y mayor garantía posible de conservación de los atributos del alimento.
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En la visita a un prestigioso fabricante de conservas del norte de España especializado en el mejor atún, el bonito del Norte, me presentaron en un bello tarro de cristal la última novedad: “Bonito del Norte Reserva de la Familia”, “Costera 2004” refiriéndose a la “cosecha”, y para terminar con esa clara asociación al mundo del vino se añade un evocador “Madurado en Bodega 12 meses”. Esto cambia la forma de comprar en el automercado, pensé, habrá gente que buscará en el anaquel un atún gran cru classé del 98 y una sardina en escabeche millesimé.
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Ante la sorpresa, el jefe de mercadeo aclaraba mis dudas: “En la empresa durante años experimentamos que el atún, gracias al marinado de su conserva en aceite de oliva, mejora con los años como el vino, su textura es más jugosa, por eso ahora lo marinamos en aceite de oliva en nuestras instalaciones doce meses para que el consumidor pueda apreciar un producto más sabroso y guardarlo por más tiempo”, concluía de forma explícita, y en confianza, que “dos años después de la fecha de caducidad es cuando está más rico”.
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Cerré los ojos, aflojé mi corbata, y vi a mi suegrito escondido en su habitación abriendo la lata de caviar caducada en el 99, untó unas tostadas de pan de molde de la mejor añada con mantequilla selección especial del 2001 y al primer bocado suspiró de placer: ¡estos catalanes no saben lo que es bueno!
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En este entorno, he vivido un constante contrapunteo culinario... una espuma de sofrito catalán al estilo de Ferràn Adrià con carpaccio de morcilla versus un conejo zuliano alimentado con orégano cocinado durante un día con leche de coco... todo es válido en cocina, desde las recetas centenarias de la abuela María, a la aplicación inteligente de las últimas tecnologías. ¿el secreto de todos estos platos? Que además de estar buenísimos, emocionan por la ideología que esconden y, sin excepción, suponen un reconocimiento de la exigente selección en la calidad de la materia prima.
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Desde que adquirí el título nobiliario de “el yerno catalán” en la familia de mi esposa, el debate sobre la calidad de la materia prima ha sido una constante apasionada, particularmente con mi suegro. En su despensa guarda un enorme surtido de productos en conserva, un acopio preparado para resistir dos años el asedio de Troya. He observado que esta conducta no es exclusiva en mi entorno, en general la familia venezolana ha asimilado este procedimiento motivado desde hace años por los vaivenes de la política.
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Uno de mis pasatiempos favoritos en las visitas a la despensa del “suegrito” era comprobar el porcentaje de productos caducados versus productos sin caducar (si lee estas líneas no me dejará entrar otra vez en su casa), cuando el limite de lo caducado era indecente, aplicaba el código rojo: seleccionaba lo más grave (caviar alemán caducado desde 1999...) para enviarlo a la basura pero en el último momento aparecía mi esposa para recordarme que a su padre le gusta guardarlo todo y que como sheriff del condado estaba fuera de mi jurisdicción... resignado, no tenía otra opción que la del diálogo con él para lograr un cambio en las bases de su comportamiento moral.
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Las respuestas, con una irónica sonrisa en los labios, me dejaban sin argumentos: “la fecha de caducidad es una obligación para los fabricantes, pero la mayoría de los productos enlatados siguen en perfecto estado años después de caducar, además me parece que están aún más buenos”, no duden que lo que quería decir era “déjame en paz, muchachito europeo”.
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Después de varios intentos fallidos, aprendí a respetar cualquier criterio por muy alejado que estuviera de mis principios. En un matrimonio, con suegrito incluido, es necesario hacer concesiones. Lo más difícil fue tomar el whisky en las rocas con soda y bañar el pan de molde en Coca Cola al más puro estilo zuliano.
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En Barcelona se celebró estos días una nueva edición de la Feria Alimentaria, el punto de encuentro del sector alimentario más importante del mundo. Mi misión, como importador en América Latina, se ha centrado siempre en encontrar productos innovadores en la feria bajo la premisa de alta calidad y mayor garantía posible de conservación de los atributos del alimento.
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En la visita a un prestigioso fabricante de conservas del norte de España especializado en el mejor atún, el bonito del Norte, me presentaron en un bello tarro de cristal la última novedad: “Bonito del Norte Reserva de la Familia”, “Costera 2004” refiriéndose a la “cosecha”, y para terminar con esa clara asociación al mundo del vino se añade un evocador “Madurado en Bodega 12 meses”. Esto cambia la forma de comprar en el automercado, pensé, habrá gente que buscará en el anaquel un atún gran cru classé del 98 y una sardina en escabeche millesimé.
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Ante la sorpresa, el jefe de mercadeo aclaraba mis dudas: “En la empresa durante años experimentamos que el atún, gracias al marinado de su conserva en aceite de oliva, mejora con los años como el vino, su textura es más jugosa, por eso ahora lo marinamos en aceite de oliva en nuestras instalaciones doce meses para que el consumidor pueda apreciar un producto más sabroso y guardarlo por más tiempo”, concluía de forma explícita, y en confianza, que “dos años después de la fecha de caducidad es cuando está más rico”.
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Cerré los ojos, aflojé mi corbata, y vi a mi suegrito escondido en su habitación abriendo la lata de caviar caducada en el 99, untó unas tostadas de pan de molde de la mejor añada con mantequilla selección especial del 2001 y al primer bocado suspiró de placer: ¡estos catalanes no saben lo que es bueno!
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Nota del autor: Artículo publicado en 2007 en la revista Sambil y recuperado de mis archivos perdidos. Credito imagen: www.directodelcampo.com
Buenas noches amigo ORIOL.
ResponderEliminarAcababa de hablar telefonicamente con tu suegro y leo tu articulo, no he podido menos que disfrutar durante un buen espacio de tiempo.
En mi modesta opinion muchos productos "ganan" tras la fecha de caducidad y otros "non", como los pimientos de padron.
Te pongo un ejemplo de cada.... anchoas, con fecha al limite..... resultado, desechas y saladas.
Otro fotografico, los carretes fotograficos analogicos (diapositivas) pasados de fecha, precio mas economico para el comerciante quitarselos de encima, resultado obtencion de tonos violaceos increibles que te hacian obtener fotografias diferentes.
Un abrazo amigos.
ORIOL, disculpa pero creo que mi opinion salio con nombre equivocado.
ResponderEliminarSaludos.
querido Pedro,
ResponderEliminarevidentemente tienes razón, los casos hay que valorarlos según el producto y posiblemente existe una gran diferencia entre la evolución de la conserva vegetal y la animal, mientras la vegetal puede quedar afectada en su textura debido al tiempo transcurrido, a la de pescado le pueda favorecer.
Oriol, buenas noches. He desayunado con Pedro hoy y me ha dicho lo que ha disfrutado de este post. Pues bien, me he dado un paseo por el mismo y te confieso, me lo he disfrutado, tanto como lo que cada vez que me como y estando fuera de cualquier fecha decente...siempre te recuerdo. Por ello y tantas cosas que bien hemos disfrutado.
ResponderEliminarCon afecto y cariño, este suegro que te lleva siempre tan cerca de los recuerdos. Selvita. ¡ Ojo con los caducados ! esos me los dejas a mi.