Me obsesiona el ron venezolano desde que viaje a Venezuela por primera vez en 1996 para conocer a la familia de quien luego se convirtió en mi esposa. Hace más de una década en España conociamos Cacique y Pampero pero practicamente nadie sabia que era venezolano, entonces el ron gobernaba en las discotecas como bebida para mezcla y en general elegiamos entre el ron de ancestros catalanes como Ron Pujol, Ron Negrita o Baccardi y el Havanna Club que con el 8 años parecía ser el más sofisticado del mercado. Luego aparecieron timidamente Santa Teresa en sus versiones más comerciales o el Brugal dominicano. Por el contrario el Whisky Single Malt hacía años que ocupaba un espacio destacado en mi vida gourmand y en la de muchos jóvenes inquietos mientras que el brandy de Jerez o el cognanc eran patrimonio de nuestros padres.
Cada viaje turtistico-familiar a Venezuela desde 1996 hasta que en 2005 decidimos trasladar nuestra residencia separaba un presupuesto específico para regresar con las maletas llenas de ron y chocolate para mis familiares y amigos de Catalunya. El descubrimiento del Ron Santa Teresa 1796 fue extraordinario, era un producto de una calidad desconocida en España con una presentación elegante -entre moderna y colonial- y una experiencia de degustación que conquistó apasionadamente a todo aquel que regalé una botella... nadie quería regresar a porductos de nivel inferior y la frase que más triunfó para justificar el trago seco en copa balón fue: "es como un cognac".
En los años siguientes debía complementar el regalo de mis retornos con otros productos llamativos como el Orange Rhum también de Santa Teresa con una presentación estética de impacto y de nuevo con una identificación hacía un producto muy popular en España: "es mejor que un Cointreau". Estos productos no tardaron en hacerse visibles en el mercado, en la zona Gourmet de El Corte Inglés ocupaban un espacio destacado y por un tiempo, hasta la aparición de Ron Macuro, dejé de sentirme embajador de los mejores secretos de Venezuela... afortunadamente los arrecifes de coral de Los Roques siguen siendo inamovibles y mis amistades catalanas no tienen más remedio que visitarnos para comprobar que el cuento es de verdad.
El Ron me ha hecho sentir muy orgulloso de este país durante los años en que lo vivía esporadicamente, para el europeo que solo conoce los tópicos que genera Venezuela -misses y petroleo desde siempre y el chavismo más recientemente- era el modo de hacerle entrar en una percepción nueva hacía la calidad que es capaz de generar el país. Apreciaba un reconocimiento y admiración hacía la que siento como segunda patria gracias al contenido de una botella, del mismo modo que peleo ante los venezolanos por hacer sentir lo mismo por un aceite de oliva o un vino de mi tierra.
Un país a veces desprecia lo que genera su terruño y sus gentes por considerarlo cotidiano o banal, pero si hay un terreno en la actividad del ser humano donde se consigue trascendencia es en el de la gastronomía, gracias a un ron hecho en Venezuela capaz de seducir a un habitante de cualquier rincón del mundo o a un plato creado por un cocinero catalán como Ferran Adrià, la imagen de todos sus compatriotas y la del propio país adquieren un nuevo valor... los catalanes lo sabemos muy bien gracias a nombres como Santamaría, Ruscalleda, Roca o Adrià... ningún esfuerzo inversor del gobierno en promoción ha sido tan útil como el trabajo de estos compatriotas para revelarle al mundo el estatus de nuestra sociedad.
Por mi relaciones profesionales, soy testigo de que los aires que corren en Venezuela son los de restringir la actividad productora del sector ronero y cohartar la evolución del tabaco de calidad con la escusa de cuidar de la salud de los venezolanos. En un periodo en el que ya no tienen trascendencia los concursos de belleza y que las reservas de petroleo no son ilimitadas, el futuro de la producción venezolana y su trascendencia local en el comercio internacional tiende irremisiblemente hacía lo que es capaz de ofrecer su terruño: el mejor cacao del mundo (que se lo pregunten a Valrhona), un café que podría ocupar el lugar que merece, la variedad frutal más alucinante del planeta, un tabaco que encontraría facilmente un puesto de honor en el mundo epicur y un Ron que tiene todas las oportunidades de calidad para convertirse en un motor económico tan importante como lo es el Whisky para las tierras de Escocia.
Venezuela debe empezar a pensar que para los hijos de sus hijos su verdadera fuente energética no estará en el subsuelo sinó en la tierra que pisamos, en la caña de azúcar, en el cafetal y en el fruto del cacao... que mayor orgullo podriamos tener, que se lo pregunten a las gentes de Burdeos con sus vinos o del Perigord con el foi gras, a los manchegos y sus quesos, a los andaluces con el aceite de oliva y los catalanes con el cava... que mayor orgullo, Venezuela !!!!!!
Cada viaje turtistico-familiar a Venezuela desde 1996 hasta que en 2005 decidimos trasladar nuestra residencia separaba un presupuesto específico para regresar con las maletas llenas de ron y chocolate para mis familiares y amigos de Catalunya. El descubrimiento del Ron Santa Teresa 1796 fue extraordinario, era un producto de una calidad desconocida en España con una presentación elegante -entre moderna y colonial- y una experiencia de degustación que conquistó apasionadamente a todo aquel que regalé una botella... nadie quería regresar a porductos de nivel inferior y la frase que más triunfó para justificar el trago seco en copa balón fue: "es como un cognac".
En los años siguientes debía complementar el regalo de mis retornos con otros productos llamativos como el Orange Rhum también de Santa Teresa con una presentación estética de impacto y de nuevo con una identificación hacía un producto muy popular en España: "es mejor que un Cointreau". Estos productos no tardaron en hacerse visibles en el mercado, en la zona Gourmet de El Corte Inglés ocupaban un espacio destacado y por un tiempo, hasta la aparición de Ron Macuro, dejé de sentirme embajador de los mejores secretos de Venezuela... afortunadamente los arrecifes de coral de Los Roques siguen siendo inamovibles y mis amistades catalanas no tienen más remedio que visitarnos para comprobar que el cuento es de verdad.
El Ron me ha hecho sentir muy orgulloso de este país durante los años en que lo vivía esporadicamente, para el europeo que solo conoce los tópicos que genera Venezuela -misses y petroleo desde siempre y el chavismo más recientemente- era el modo de hacerle entrar en una percepción nueva hacía la calidad que es capaz de generar el país. Apreciaba un reconocimiento y admiración hacía la que siento como segunda patria gracias al contenido de una botella, del mismo modo que peleo ante los venezolanos por hacer sentir lo mismo por un aceite de oliva o un vino de mi tierra.
Un país a veces desprecia lo que genera su terruño y sus gentes por considerarlo cotidiano o banal, pero si hay un terreno en la actividad del ser humano donde se consigue trascendencia es en el de la gastronomía, gracias a un ron hecho en Venezuela capaz de seducir a un habitante de cualquier rincón del mundo o a un plato creado por un cocinero catalán como Ferran Adrià, la imagen de todos sus compatriotas y la del propio país adquieren un nuevo valor... los catalanes lo sabemos muy bien gracias a nombres como Santamaría, Ruscalleda, Roca o Adrià... ningún esfuerzo inversor del gobierno en promoción ha sido tan útil como el trabajo de estos compatriotas para revelarle al mundo el estatus de nuestra sociedad.
Por mi relaciones profesionales, soy testigo de que los aires que corren en Venezuela son los de restringir la actividad productora del sector ronero y cohartar la evolución del tabaco de calidad con la escusa de cuidar de la salud de los venezolanos. En un periodo en el que ya no tienen trascendencia los concursos de belleza y que las reservas de petroleo no son ilimitadas, el futuro de la producción venezolana y su trascendencia local en el comercio internacional tiende irremisiblemente hacía lo que es capaz de ofrecer su terruño: el mejor cacao del mundo (que se lo pregunten a Valrhona), un café que podría ocupar el lugar que merece, la variedad frutal más alucinante del planeta, un tabaco que encontraría facilmente un puesto de honor en el mundo epicur y un Ron que tiene todas las oportunidades de calidad para convertirse en un motor económico tan importante como lo es el Whisky para las tierras de Escocia.
Venezuela debe empezar a pensar que para los hijos de sus hijos su verdadera fuente energética no estará en el subsuelo sinó en la tierra que pisamos, en la caña de azúcar, en el cafetal y en el fruto del cacao... que mayor orgullo podriamos tener, que se lo pregunten a las gentes de Burdeos con sus vinos o del Perigord con el foi gras, a los manchegos y sus quesos, a los andaluces con el aceite de oliva y los catalanes con el cava... que mayor orgullo, Venezuela !!!!!!
De Almendralejo,España, invito a Vds. a que visiten mi 2º BLOG, su dirección es: gomato.blogspot.com
ResponderEliminarGracias.-
Qué gustazo me he dado al leer esta entrada.
ResponderEliminarMolts saludos de un venezolano que vivió su tiempillo en España y ahora en Milwaukee. Todo lo mejor.