Me siento una persona afortunada por muchísimas razones, una de ellas es tener el privilegio cotidiano de ver cada día las ruinas de la ciudad colonial más antigua en tierra firme de América gracias al hecho de que a escasos metros tengo la sede de mi empresa.
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No me canso de admirar las piedras de unas ruinas que en mi imaginación dibujan en el cielo lo que fueron los signos de los primeros asentamientos de los españoles en los territorios descubiertos por el navegante catalán Cristòfol Colom. Es desde estas ruinas donde empezó la verdaderamente la segunda parte de la historia de América, lo "precolombino" y lo "Colonial" se funden precisamente en este punto del planeta y es desde aquí que iniciaron los conquistadores la imponente misión de toma de posesión de todo un continente... desde la caida del imperio romano no hubo en la historia de la humanidad una empresa de dominio territorial y culturización más grande... con todo lo bueno y lo malo que eso supone, por supuesto.
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Es en estas piedras agotadas por el paso del tiempo y tantas citas con la épica donde aún podemos escuchar el rumor de todos los que pasearon por sus calles en búsqueda de un sueño de grandeza, de riquezas prometidas y encontradas. Este fue el ombligo del mundo en el Siglo XVI, desde donde partieron las rutas para descubrir la costa norte y sur del Pacífico americano, el punto de paso de las mercancias y metales preciosos que conviertieron a los reyes de Castilla en Emperadores y a los monarcas del resto de Europa en enemigos hasta el punto de que los conflictos entre naciones desde aquel momento tuvieron en el control de las rutas y riquezas de América la principal razón de ser.
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La ciudad más antigua de América que ha sobrevivido hasta nuestros días, estuvo a punto de desaparecer por completo por ser justamente enclave decisivo de los conflictos entre España y sus enemigos. Los piratas de bandera inglesa terminaron con ella y la capital tuvo que trasladarse a dos kilómetros para ser refundada la segunda Ciudad de Panamá.
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Las ruinas de la antigua catedral y de los 7 conventos, lo único que era de piedra en aquellos tiempos, quedaron como un esqueleto devastado que con el paso del tiempo fue disfrazado por el poder de la vegetación en el trópico. Ciudad fantasma y olvidada desde su destrucción en 1671, tragada por las hiedras y arbustos, renace 300 años después gracias a su declaración como patrimonio cultural en Panamá y el posterior reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 2004. Desde entonces pareciera que las ruinas cada día recuperar el lugar que les pertenece, vuelven a situarse en el mapa de la historia y frente a los ojos de aquellos que amamos el conocimiento del pasado a través de sus testimonios supervivientes.
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Para saber mucho más: Visita el Sitio web del Patronato Panamá Viejo
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