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El señor Sauro y su esposa, la cocinera Nicoletta Bandini, son de otra estirpe y nobleza culinaria. De origen auténticamente toscano, región italiana que es cuna de casi todo lo refinado que Italia le aportó al mundo desde el primer esbozo de Giotto. Aterrizan en Panamá quien sabe por que razones (este blog no se ha caracterizado todavía por el estilo paparazzi) y deciden abrir hace poco más de tres años el Consulado General Gastronómico de la Toscana en estas tierras americanas para ofrecer auténtica comida casera y tradicional de la Toscana y por ampliar horizontes, de la Italia que tiene por fronteras desde la Lombardía hasta los Abruzzos.
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A este consulado del gusto lo denominan con contundente simpleza: Trattoria Toscana, más claro imposible, es una trattoria de las de verdad pero con protección a los intrusos ya que no invita especialmente a la visita a simple vista de la fachada. Nicoletta y el señor Sauro huyen de la fachada italiana que vende pizzas por teléfono y reproduce en sus pastas carbonara light o boloñesas para espantapájaros, no, eso sería un grave insulto para ellos. En su caso la belleza está en su interior donde se reproducen las claves estéticas de cualquier casa toscana de aquellas que uno visitaba después de cruzar caminos y arboledas por las ondulaciones de tan fértil región.
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Risotto de codornices y funghi porcini
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La importancia de su obra está en el alma de sus platos caseros, aquellos que hacen recordar a una oronda madre del adriático felliniano espetando al invitado aquel "mangia piú pasta, figlio mio, mangia,mangia, che stai dimagrito!!! y después de unos días de mesa y mantel la matrona consideraba al comensal de paso como un hijo más y entre sollozos no soportaba la pérdida de tan buena y considerada boca: "ma tu non parti, figlio mio, adesso non ti vai, rimane qua una altra settimana"... Me hubiera quedado meses en casa de Francesco y su mamma, de Giuseppe y la suya, de Roberto, de Marco... en todas las casas de todos los pueblos de Italia porque no se come mejor en el mundo que en casa italiana, lo dice este catalán que acostumbra a parecer chovinista con lo suyo...
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Abandoné aquellas madres gastronómicas siguiendo el destino que acabó uniendome a una esposa que conocí justamente en uno de aquellos pueblos medievales con el Mar Adriático al frente... Mi Selva siempre amada, formada entre fogones de rigor Andino y alegría Zuliana de Venezuela pero atrapada como yo en los fogones itálicos por tantos veranos con los tíos es un as en la cocina que además sumó en su estancia catalana el amor por nuestro mediterraneo de mar y montaña. Pero Selva en sueños habla italiano y sueña con ristorantes, trattorias, agriturismos en las colinas de los apeninos.
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El Chef Felip Andreu del Restaurante Orígenes Spanish Fusion, en su tiempo libre es un habitual en esta mesa toscana.
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Cuando nos pusimos en manos de Nicoletta se le iluminaron los ojos y, delgadita como es, comió el triple que el más salvaje de los glotones. Es importante resaltar que teniamos un contacto adecuado que conocía la contraseña para entrar en el círculo de confianza de este matrimonio que como cocina casero, para que el resultado sea doblemente casero deben sentir que el comensal más que cliente es un invitado a la mesa familiar. El personaje intermediario no es otro que el chef del Restaurante Orígenes, el compatriota valenciano Felip Andreu, cuya fortuna máxima en Panamá es el vecindario con este restaurante.
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Que iba a saber el señor Sauro que a este catalán el queso italiano que le vuelve loco es el Pecorino di fossa, versión del toscano tradicional cuya diferencia es la maduración en pozos excavados. Acompañé el queso de otro pecorino de presencia sorprendente en la carta, el varietal blanco Pecorino, típico del viñedo del Montepulciano de los Abruzzos y la costa Adriática. En este caso de las colinas del Farnese...
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Recordé con algo de melancolia una tarde de enero en el pueblo de Alba Adriatica, un mano a mano en un wine bar entre vinos catalanes que portaba en mi maleta para compartir con mi familia en Italia y vinos del Abruzzo como este vino Pecorino que ligaba con el Pecorino di fossa, y otros tintos como los buenos de Iluminatti de Controguerra, como olvidar al propietario del lugar vestido elegantemente con traje y corbata pero ataviado en los pies con sandalias de aquellas que enseñan dedos en verano y calcetines a cuadros en el frío invierno... es la Italia auténtica, la que tiene cerebro, tiene pasión, es refinada y a la vez capaz de pisar con los pies en el suelo para recordar que hay tragos y hay platos cuya calidad es innegociable.
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