Hay algunas cosas en la vida cotidiana que suelo hacer una vez al mes, una de estas citas ineludibles auto impuestas es la visita a Gaucho's Steak House para comer una de sus entrañas históricas, la mejor con diferencia de las que he comido en Panamá. En casa también compramos porque le encanta a mis hijos pero definitivamente no es lo mismo, como en Gaucho's no se come en ninguna parte este corte de vacuno tan especial.
.
El ritual familiar en este restaurante siempre es el mismo. Nos sentamos en la mesa más cercana a la vidriera desde donde se observa a los cocineros que trabajan frente a las brasas. Pedimos la comida y los niños y yo nos acercamos al escaparate para quedarnos embobados ante la irresistible seducción del fuego. Los pequeños se motivan tanto que luego comen la carne en segundos.
.
En este restaurante soy conservador con el menú: Plato mixto de chorizo, morcilla y molleja para entretenernos. Verduras asadas (pimientos, cebolla y tomate) para acompañar el plato principal que no es otro que tres entrañas importadas, una para cada adulto del clan y la tercera para los chicos, ración doble de patatas fritas para ellos y asada para nosotros.
.
A partir de ahi empieza el sufrimiento a cada corte, cada vez queda menos entraña en el plato y más en el recuerdo del paladar hasta que desaparece por completo, aún así administro la ingesta para gozarla como merece, bocado a bocado acompañado de onomatopeyas de placer.
.
A veces regreso en secreto por almuerzos de trabajo, he probado delmónico, asado de tira, bife y la colita de cuadril, todos buenísimos pero un punto por debajo de la entraña, sin duda el estandarte de calidad de este restaurante.
.
La única disconformidad que tengo es con la carta de vinos, escasa y con excesivas etiquetas "de toda la vida", a excepción de algún vino mendocino de corte más actual. No le dan al vino la relevancia que merece y eso, siendo un lugar de carne a la parrilla y de una calidad tan excelente, es un pecado.
.
El ritual familiar en este restaurante siempre es el mismo. Nos sentamos en la mesa más cercana a la vidriera desde donde se observa a los cocineros que trabajan frente a las brasas. Pedimos la comida y los niños y yo nos acercamos al escaparate para quedarnos embobados ante la irresistible seducción del fuego. Los pequeños se motivan tanto que luego comen la carne en segundos.
.
En este restaurante soy conservador con el menú: Plato mixto de chorizo, morcilla y molleja para entretenernos. Verduras asadas (pimientos, cebolla y tomate) para acompañar el plato principal que no es otro que tres entrañas importadas, una para cada adulto del clan y la tercera para los chicos, ración doble de patatas fritas para ellos y asada para nosotros.
.
A partir de ahi empieza el sufrimiento a cada corte, cada vez queda menos entraña en el plato y más en el recuerdo del paladar hasta que desaparece por completo, aún así administro la ingesta para gozarla como merece, bocado a bocado acompañado de onomatopeyas de placer.
.
A veces regreso en secreto por almuerzos de trabajo, he probado delmónico, asado de tira, bife y la colita de cuadril, todos buenísimos pero un punto por debajo de la entraña, sin duda el estandarte de calidad de este restaurante.
.
La única disconformidad que tengo es con la carta de vinos, escasa y con excesivas etiquetas "de toda la vida", a excepción de algún vino mendocino de corte más actual. No le dan al vino la relevancia que merece y eso, siendo un lugar de carne a la parrilla y de una calidad tan excelente, es un pecado.
Comentarios
Publicar un comentario