Alejado de las cálidas aguas que bañan nuestras fronteras, el ciudadano aspira a que el mar permanezca en calma durante esos dias de ausencia. Desde la distancia parece que lo que sucede en nuestras costas sea totalmente surrealista, como si lo que leo en la prensa electrónica perteneciera a gentes y lugares alejados de nuestras vidas, pero no es así, todo es real, radicalmente real...
Con la oreja pegada a una caracola llegan a mi oidos otras noticias, de las que no aparecen el los periódicos, las que conforman el permanente ejercicio de rumorologia, una actividad que nos implica a todos, porque todos necesitamos adivinar el siguiente paso, el próximo aliento sobre el cogote para avanzarnos a los acontecimientos, para protegernos y proteger a los que amamos o a lo que cada uno con su esfuerzo ha sido capaz de labrar en esta vida.
Es la república del rumor, la que anuncia al oido los próximos zarpazos para comprobar que tarde o temprano el susurro de las olas acaba siendo una tormenta para terminar conviertiendose en un tsunami.
A orillas de este mar caliente todo parece estar programado para estrechar el cuello del que no conjuga el mismo verbo del profeta hasta que una mañana nos despertamos con la sensación que debemos forzar la respiración para no ahogarnos en el lodazal... la esperanza del ciudadano se basa en la ley natural, aquella que indica que cuanto más se aleja la marea de la costa más fuerte es el retorno del agua para ocupar el espacio que legitimamente le pertenece.
Mientras esperamos el retorno del mar podemos degustar una buena botella de vino para aliviar nuestra sed... aunque quizás en esta república de las mareas esto también esté a punto de ser desterrado...
Con la oreja pegada a una caracola llegan a mi oidos otras noticias, de las que no aparecen el los periódicos, las que conforman el permanente ejercicio de rumorologia, una actividad que nos implica a todos, porque todos necesitamos adivinar el siguiente paso, el próximo aliento sobre el cogote para avanzarnos a los acontecimientos, para protegernos y proteger a los que amamos o a lo que cada uno con su esfuerzo ha sido capaz de labrar en esta vida.
Es la república del rumor, la que anuncia al oido los próximos zarpazos para comprobar que tarde o temprano el susurro de las olas acaba siendo una tormenta para terminar conviertiendose en un tsunami.
A orillas de este mar caliente todo parece estar programado para estrechar el cuello del que no conjuga el mismo verbo del profeta hasta que una mañana nos despertamos con la sensación que debemos forzar la respiración para no ahogarnos en el lodazal... la esperanza del ciudadano se basa en la ley natural, aquella que indica que cuanto más se aleja la marea de la costa más fuerte es el retorno del agua para ocupar el espacio que legitimamente le pertenece.
Mientras esperamos el retorno del mar podemos degustar una buena botella de vino para aliviar nuestra sed... aunque quizás en esta república de las mareas esto también esté a punto de ser desterrado...
pues me voy a ir bebiendo una botella para ir celebrando mi cumpleaños!
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