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La Cuenta Vintage: Un vino para un embotellamiento en Caracas

Recupero un texto de finales de 2006, con un año y medio de vida en Caracas una de las cosas que acababa con mi paciencia y humor era el tráfico infernal de la capital de Venezuela y en especial de sus principales arterias de comunicación, la autopista de Prados del Este y la Antonio Fajardo.

Intentaba evitar en lo posible caer en la maraña interminable del tráfico organizando la vida cotidiana y la movilidad en relación a las horas de menor densidad de la cola, pero en demasiadas ocasiones no era posible planificar a conveniencia por las citas con los clientes en las zonas más concurridas de la ciudad.

Esta es la crónica del día que decidí "tomarme" la cola con mucha filosofía, aquel embotellamiento infernal culminó con felicidad gracias a una botella de vino Summa Varietalis del Marqués de Griñón... si bebes, no conduzcas, excepto si no te mueves un metro durante 2 horas...

Qué hacer durante la cola. 7 de noviembre de 2006

En los últimos días resulta especialmente complicado circular por Caracas, esta capital está marcada por su complicada orografía y es un perfecto ejemplo del aparato circulatorio del ser humano donde todo termina y empieza en la arteria Aorta o Francisco Fajardo, y sus bifurcaciones femorales, Valle-coche y prados del este. Incluso en esta ciudad tenemos un fantástico by-pass múltiple conocido como "La Trocha"

Nuestra sangre circula ordenadamente y no tiene horas pico, si acaso se le exige mayor velocidad en momentos puntuales. La circulación caraqueña es un constante y diario colapso circulatorio, por vías congestionadas por el colesterol malo, llamese huecos y zanjas varias, carros accidentados que obstaculizan al resto esperando que llegue un fiscal para tomar decisiones de culpabilidad en el incidente... al fin y al cabo tal y como conducimos los caraqueños (despues de un año poco queda del flemático conductor catalán que alguna vez fui) todos somos potencialmente culpables de conducir con un alto nivel de agresividad al volante para tomar posición preferente en miles de pequeñas situaciones dignas del mejor duelo de un western... el caraqueño es un extraordinario piloto ya que lo extraño es que no hayan cientos de toques técnicos en un palmo de terreno.. ¿ será que aquí el porcentaje de ángel de la guarda por metro cuadrado es el más elevado del mundo ?

Este fue un extracto del inutil divagar que tuve hoy entre las 7:30h cuando dejé a mi hija en el colegio, cerca del tunel de la trinidad y las 8:47h paralizado aún a la altura de Las Mercedes... hice un repaso de todo lo que sucedió en 1 hora y cuarto dentro de mi carro y con los vecinos de cola: Lei la prensa, no solo los titulares, dió tiempo incluso para hacer el sudoku y leer las esquelas, fumé 3 cigarrillos, cambié 20 veces de emisora de radio buscando una canción llanera muy divertida. Hice 7 llamadas telefónicas y recibí 4, dos de ellas de mis proveedores españoles que ya saben por experiencia que es la mejor hora para llamarme... tengo toooooooooda la paciencia del mundo.

Miré el cerro Avila con detalle, buscando surtidores de agua entre sus pliegues, es un ejercicio ideal para los que sufrimos de visión doble matinal. Comprobé que una señora a mi lado, en un toyota verde, aprovechaba el tiempo para pintarse las uñas haciendo juegos malabares con el botecito y el pincel, con sus dientes como mejores aliados, luego mirandose al espejo retrovisor se sacaba las cejas incómodas. Acabé imitandola como si me estuviera afeitando la barba pero no se dio por aludida. Delante mio un camión con carga descubierta y dos muchachos sentados con los pies en el aire, uno era de losLeones y el otro de Magallanes, discutian y se reian de todo, parecía que el magallanero tenía más argumentos para la sorna. Los motorizados pasaban veloces a nuestro lado aullando con su bocina y haciendo equilibrios para no llevarse por delante a más de uno. Cada vez que los veo pasar apuesto 1.000 bolivares a que no llegaran a viejos.

A la altura del Italo, bebí lo que quedaba de la botella de agua, tenía más sed y bebí un sorbo de la coca cola del dia anterior, estaba asquerosa. Recordé que en el maletero del vehículo guardaba bastante vino para mostrar a los restaurantes con los que estaba citado.. tenía vasos de plástico en los asientos traseros y estuve tentado de abrir un Summa Varietalispara celebrar un momento tan íntimo, y en un instante de máxima generosidad pensé en ofrecerselo a mis compañeros de lucha, sobretodo a un señor calvo que había terminado con todas las reservas de petroleo pesado que extraía con tecnología digital, concretamente el índice, de su cavidad nasal. Puse el aire acondicionado al máximo dirigido a los pies, situé la botella en el suelo del asiento del copiloto para ponerla a temperatura adecuada... estaba muy emocionado pensando en esa improvisada cata móvil, desistí inicialmente porque no encontraba el sacacorchos y sobretodo pensando que el vino acabaría regando mis pantalones recién planchados...

A la altura de Santa Fe, momento culminante de la cola, decidí organizar la logistica de la cata, situé la botella en el asiento del copiloto, la abroché al cinturon de seguridad de modo que quedó perfectamente anclada, pensé que como todavía faltaban dos o tres horas de cola, podía darme el lujo de beber 3 o 4 vasos sin prisa. Tomé la navaja suiza con un abridor sencillito y con paciencia, poco a poco, para no romper el corcho, conseguí abrir el vino. Me emocioné por el logro, pensé en la cita de Neil Armstrong: "Un pequeño vaso para un hombre, un gran vino para la humanidad" cuando celebró con un Petrus su regreso a la tierra después de pasear por la luna.

La temperatura del vino excelente, no le costó abrirse en el vaso, de hecho maridaba muy bien con el olor a gasolina del exterior. Frente al Tamanaco ya llevaba dos vasitos, pensé que hoy, antes de las 8:30 AM ya habia cumplido con mi dosis de antioxidantes tánicos y los altos beneficios que eso supone para mi sistema circulatorio. Me sentí muy alegre y llamé a mi socio para recomendarle que hiciera lo mismo, el andaba en dirección contraria, hacia nuestras oficinas en la Lagunita, y solo llevaba aceite ArteOliva en el carro, le sugerí que tomara un par de cucharadas para igualar nuestros niveles de vitamina E.

Como por arte de magia, el tráfico se hizo más liviano, en la radio sonaba la canción que tanto había buscado, y cantando un contrapunteo llanero llegué a mi destino.

Los habitantes de esta ciudad tenemos una gran oportunidad para reencontrarnos cada día con nosotros mismos gracias a la cola matinal. En mi caso, ya tengo claro mi futuro en el carro: copas riedel, tortilla de patatas cortadas a cuadritos, jamón ibérico en virutas, una pequeña nevera para guardar chocolate y un termo para el café, por supuesto, toallitas con aroma de limón para que al salir del vehículo no quede ni rastro de la fiesta privada y parezca que estoy tan estresado como todos.

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