No voy a proponer una encuesta sobre el peor restaurante de vuestras vidas, aunque sería un catálogo muy útil sobre donde recomendamos no sufrir una mala experiencia. ¿Cual sería el peor restaurante ?, evidentemente primero quedarian marcados todos aquellos lugares donde la esencia del negocio, la comida, presentara carencias graves en salubridad y defectos graves en el resto de complementos de servicio.
Una vez separado el grano de la paja, es decir, cuando no ponemos en peligro nuestra propia integridad física, la valoración sobre la experiencia en un restaurante resulta una combinación entre las cualidades de su oferta gastronómica, sobre el precio pretendido, el servicio ofrecido y la idoneidad de nuestra identificación social y cultural con el espacio... una vez llegamos a este punto toda opinión es respetable y toda recomendación de terceros relativa según la credibilidad e identificación personal con aquel que recomienda.
Hace un tiempo, en algún lugar del mundo, toda mi familia nos reunimos para celebrar un acontecimiento importante en un espacio acorde a la liturgia que pretendiamos oficiar.
Las espectativas hacia el restaurante elegido eran muy altas, se trataba de un lugar que había adquirido un gran renombre en su ciudad y que además resultaba una novedad para la mayoría del grupo. Desde el principio empezó a desmoronarse el castillo de naipes... el servicio marcó la trayectoria inicial, los mesoneros eran pesados, agresivos en la pretensión de inducir a ciertos platos y vinos, antipaticos y deficientes. El espacio, estéticamente adecuado a las pretensiones sociales y a la factura final, resultaba ser una caja de resonancia inaguantable de modo que en nuestra mesa solo podiamos entendernos a gritos y hablar con cierta normalidad con el comensal más cercano, con el resto de la familia esa noche solo nos entendimos para brindar con cava.
A estas alturas dudaba de la oferta gastronómica y se confirmó con la aparición de la carta, la estrucutura de la carta no miente, sirve para valorar conceptualmente el trabajo del chef, ahí es donde queda retratado un equipo de trabajo y su director de orquesta en su identidad culinaria. Gracias a la carta y sin haber empezado a comer podemos detectar un recorrido de sugerencias para los nuevos clientes, de balances y equilibrios para los comensales fidelizados que buscan reiterar en lo que les gusta, de sorpresas y alternativas para los nuevos y viejos clientes con espíritu más aventurero... en definitiva emite un primer veredicto para el paladar que ilusiona a la primera ojeada o genera una desazón dificilmente recuperable a menos que la comida resulte luego de un nivel extraordinario.
La carta era una barbaridad, descompensada con un sinfín de entrantes poco atractivos y unas carencias alarmantes en la propuesta de los platos principales... a todos los presentes nos costó muchisimo decidir qué comer, por delante o por detrás la elección siempre quedaba coja.. y cojeando no tuvimos más remedio que elegir...
La aparición de los platos y su degustación provocó silencios inexpresivos, no tenian alma, ni elaboración esmerada, ni sabores atractivos, nada... solo defectos y apatía... una timidez natural se apodera en el grupo cuando se sabe que al criticar se provoca daños colaterales por la recomendación de quien organiza la reunión. A la mitad de la comida empezaron las bromas cariñosas sobre la comida... hacia el final ya no había tapujos en declarar el lugar, el ruido, los mesoneros y la anodina comida como un auténtico desastre.
Desde muy joven he dedicado a la comida uno de mis mayores presupuestos, renunciando a otras inversiones que no me han aportado tanto como el placer de descubrir una buena mesa. Me siento muy satisfecho por el nivel culinario que he podido disfrutar en todas partes y en todos los niveles y pretensiones, afortunadamente aún me queda muchisimo por descubrir, pero es inolvidable aquella noche que comí en el peor restaurante... de renombre...
Respeto y siento como propio el trabajo de los profesionales de la cocina, y después de lo vivido no me queda duda de que no se trataba de una mala noche en una trayectoria convincente, algo que le sucede hasta al mejor equipo de cocina, era evidente que esa era la propuesta y que no habia mayor empeño en mejorarla. Los únicos que siguen sonriendo deben ser los propietarios del negocio que aún deben estar sorprendidos de como incurriendo en todos los defectos que por mucho menos condenarian al fracaso a otros competidores ellos siguen estando "de moda"...
¿La cuenta?...
Una vez separado el grano de la paja, es decir, cuando no ponemos en peligro nuestra propia integridad física, la valoración sobre la experiencia en un restaurante resulta una combinación entre las cualidades de su oferta gastronómica, sobre el precio pretendido, el servicio ofrecido y la idoneidad de nuestra identificación social y cultural con el espacio... una vez llegamos a este punto toda opinión es respetable y toda recomendación de terceros relativa según la credibilidad e identificación personal con aquel que recomienda.
Hace un tiempo, en algún lugar del mundo, toda mi familia nos reunimos para celebrar un acontecimiento importante en un espacio acorde a la liturgia que pretendiamos oficiar.
Las espectativas hacia el restaurante elegido eran muy altas, se trataba de un lugar que había adquirido un gran renombre en su ciudad y que además resultaba una novedad para la mayoría del grupo. Desde el principio empezó a desmoronarse el castillo de naipes... el servicio marcó la trayectoria inicial, los mesoneros eran pesados, agresivos en la pretensión de inducir a ciertos platos y vinos, antipaticos y deficientes. El espacio, estéticamente adecuado a las pretensiones sociales y a la factura final, resultaba ser una caja de resonancia inaguantable de modo que en nuestra mesa solo podiamos entendernos a gritos y hablar con cierta normalidad con el comensal más cercano, con el resto de la familia esa noche solo nos entendimos para brindar con cava.
A estas alturas dudaba de la oferta gastronómica y se confirmó con la aparición de la carta, la estrucutura de la carta no miente, sirve para valorar conceptualmente el trabajo del chef, ahí es donde queda retratado un equipo de trabajo y su director de orquesta en su identidad culinaria. Gracias a la carta y sin haber empezado a comer podemos detectar un recorrido de sugerencias para los nuevos clientes, de balances y equilibrios para los comensales fidelizados que buscan reiterar en lo que les gusta, de sorpresas y alternativas para los nuevos y viejos clientes con espíritu más aventurero... en definitiva emite un primer veredicto para el paladar que ilusiona a la primera ojeada o genera una desazón dificilmente recuperable a menos que la comida resulte luego de un nivel extraordinario.
La carta era una barbaridad, descompensada con un sinfín de entrantes poco atractivos y unas carencias alarmantes en la propuesta de los platos principales... a todos los presentes nos costó muchisimo decidir qué comer, por delante o por detrás la elección siempre quedaba coja.. y cojeando no tuvimos más remedio que elegir...
La aparición de los platos y su degustación provocó silencios inexpresivos, no tenian alma, ni elaboración esmerada, ni sabores atractivos, nada... solo defectos y apatía... una timidez natural se apodera en el grupo cuando se sabe que al criticar se provoca daños colaterales por la recomendación de quien organiza la reunión. A la mitad de la comida empezaron las bromas cariñosas sobre la comida... hacia el final ya no había tapujos en declarar el lugar, el ruido, los mesoneros y la anodina comida como un auténtico desastre.
Desde muy joven he dedicado a la comida uno de mis mayores presupuestos, renunciando a otras inversiones que no me han aportado tanto como el placer de descubrir una buena mesa. Me siento muy satisfecho por el nivel culinario que he podido disfrutar en todas partes y en todos los niveles y pretensiones, afortunadamente aún me queda muchisimo por descubrir, pero es inolvidable aquella noche que comí en el peor restaurante... de renombre...
Respeto y siento como propio el trabajo de los profesionales de la cocina, y después de lo vivido no me queda duda de que no se trataba de una mala noche en una trayectoria convincente, algo que le sucede hasta al mejor equipo de cocina, era evidente que esa era la propuesta y que no habia mayor empeño en mejorarla. Los únicos que siguen sonriendo deben ser los propietarios del negocio que aún deben estar sorprendidos de como incurriendo en todos los defectos que por mucho menos condenarian al fracaso a otros competidores ellos siguen estando "de moda"...
¿La cuenta?...
Qué bueno... yo tengo una buena lista. Carta descompensada, carta de vinos infame, servicio deplorable, altas expectativas, cuenta GALÁTICA (jajaja)... Y mis ahorros malgastados. Es una de las cosas que más rabia me dan. Pero bueno, uno tiene que arriesgarse a veces.
ResponderEliminarYo tengo el nombre de un restaurante al que NO recomendaria ir a NADIE.
ResponderEliminarLA GRAPPA EN MONTORNÉS DEL VALLES- BARCELONA
Respecto al mensaje anterior del Sr. Anonimo,yo si recomiendo ir al restaurante La Grappa, ya que el otro día fui con mi pareja y me pareció que la comida era exquisita y el precio era asequible ademas del buen trato recibido y la calidez del local.
ResponderEliminarLa presentacion de los platos es una maravilla y por no hablar de los postres. ANIMO A TODOS LOS QUE SEPAN APRECIAR LA BUENA COMIDA, A QUE VAYAN A DEGUSTAR LA EXCELENTISIMA COMIDA DEL "RESTAURANTE LA GRAPPA" EN MONTORNES DEL VALLES!!!
RESTAURANTE LA GRAPPA EN MONTORNES DEL VALLES...
ResponderEliminarAntes de decir que no se recomienda, se deverías decir las razones por lo cual no lo recomiendas.
Yo sin embargo, SI lo recomiendo, y como tu no diré motivos, simplemente animo a todo aquel que lea este blog que juzge con su propio criterio, aunque no sin antes no haber ido a degustar SUS ESPECTACULARES POSTRES.