No soy experto en botánica, de hecho todo lo contrario, me considero un ignorante al lado de mi socio y cuñado Humberto que conoce cada árbol y cada flor de Venezuela. De hecho él ha sido uno de mis cicerones en lo que a descubrimiento de frutas tropicales se refiere. Tanto él, mi esposa y su padre son grandes conocedores de los secretos de Venezuela gracias al importante trabajo de consultoría medioambiental en el que ha destacado mi suegro.
Las primera vez que me adentré en la selva tropical de Venezuela fue de su mano en mi primer viaje a Venezuela en el ya lejano 96, yo disfrutaba de unos árboles que jamás antes había visto, me impresionaban las formas de las hojas y lo salvaje del subsuelo con raices capaces de levantar rocas. Conocí Canaima y el delta antes del 2000 y regreso siempre que es posible a Choroní, la carretera que cruza el parque nacional Henry Pittier es una de mis favoritas. Resulta milagroso que exista una carretera que atraviese un bosque tropical tan excepcional, sobretodo cuando cae la niebla resulta misterioso e indomable.
En Caracas tenemos el Jardín Botánico al alcance de nuestras manos, en casa gozamos de esta visita en los fines de semana, y nos gusta porque en medio de una gran capital existe este pulmón verde que toma ejemplares de la biodiversidad del trópico. Es uno de las aventuras más grandes que podemos vivir en la ciudad con los niños porque siempre aparece alguna sorpresa, la última vez un oso perezoso, siempre pájaros de colores muy llamativos y familias de guacamayos, a veces ardillas de cola roja y en uno de sus rincones un hormiguero que parece una montaña con la colonia de hormigas rojas trabajando ordenadamente en el acopio de alimento, las filas recuerdan a la cercana autopista Fajardo, llevan hojas, flores y hasta pedazos de frutos.
A mi lo que me tiene conquistado son algunos árboles muy especiales como el de la siguiente foto, las raices se extienden a ras de suelo hasta 30 0 40 metros, la corteza tiene la apariencia de la piel de un elefante y su aspecto general es el de un espejo en el que pareciera que la copa del árbol se reproduce en el suelo sustituyendo las hojas por tierra.
Me encantaría que alguien obtuviera la licencia para poder operar un quiosco de comida con una terraza al aire libre, les aseguro que sería uno de los espacios en el que podriamos quedarnos todo el día.
Las primera vez que me adentré en la selva tropical de Venezuela fue de su mano en mi primer viaje a Venezuela en el ya lejano 96, yo disfrutaba de unos árboles que jamás antes había visto, me impresionaban las formas de las hojas y lo salvaje del subsuelo con raices capaces de levantar rocas. Conocí Canaima y el delta antes del 2000 y regreso siempre que es posible a Choroní, la carretera que cruza el parque nacional Henry Pittier es una de mis favoritas. Resulta milagroso que exista una carretera que atraviese un bosque tropical tan excepcional, sobretodo cuando cae la niebla resulta misterioso e indomable.
En Caracas tenemos el Jardín Botánico al alcance de nuestras manos, en casa gozamos de esta visita en los fines de semana, y nos gusta porque en medio de una gran capital existe este pulmón verde que toma ejemplares de la biodiversidad del trópico. Es uno de las aventuras más grandes que podemos vivir en la ciudad con los niños porque siempre aparece alguna sorpresa, la última vez un oso perezoso, siempre pájaros de colores muy llamativos y familias de guacamayos, a veces ardillas de cola roja y en uno de sus rincones un hormiguero que parece una montaña con la colonia de hormigas rojas trabajando ordenadamente en el acopio de alimento, las filas recuerdan a la cercana autopista Fajardo, llevan hojas, flores y hasta pedazos de frutos.
A mi lo que me tiene conquistado son algunos árboles muy especiales como el de la siguiente foto, las raices se extienden a ras de suelo hasta 30 0 40 metros, la corteza tiene la apariencia de la piel de un elefante y su aspecto general es el de un espejo en el que pareciera que la copa del árbol se reproduce en el suelo sustituyendo las hojas por tierra.
Me encantaría que alguien obtuviera la licencia para poder operar un quiosco de comida con una terraza al aire libre, les aseguro que sería uno de los espacios en el que podriamos quedarnos todo el día.
¿Y viste que hay un baobab como el del principito? ese lugar es mágico y ciertamente una terraza donde sentarse a comer algo y pasar la tarde sería maravilloso.
ResponderEliminarApreciado cuñado, siempre sera para mi un placer hablarte de las bellezas naturales de Venezuela, espero siempre tener a mano informacion para compartir. Un fuerte abrazo!!!
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