El viernes pasado fui a comer el pollo de res que preparan en el restaurante Aranjuez de Las Mercedes. Llegué antes que mis invitados y me senté en la mesa con un fino de jerez para entretener la espera. En la mesa contigua estaba sentado un señor de oronda presencia tomando un whisky.
Todavía reinaba el silencio en el restaurante ya que los viernes parece que la llegada de los clientes se retrasa debido a que desean cerrar cualquier tema pendiente antes de llegar a la mesa. Todos saben que alargaran la tertulia del aperitivo, gestionaran con calma la punta trasera y después de las viandas reiterarán con los contertulios hasta que los tragos enciendan conversaciones de compadres... Es viernes en Venezuela y a esa hora será demasiado tarde para regresar a sus oficinas, el fin de semana, para muchos, empieza el mediodía del viernes al abrigo del restaurante favorito.
El señor del whisky recibió una llamada a su celular, habla con voz baja y sin demasiada pasión mientras apura el trago. De pronto todo cambia, el hombre está en el aire, lo han llamado de un programa de radio regional, se alza majestuoso, se peina la melena con los dedos como si alguien lo estuviera viendo y empieza a hablar en voz alta y clara... entona como un poeta y suelta frases elaboradas, se declara amante de su región con una verborrea quijotesca y describe los recuerdos de su ciudad natal, le envia saludos a los vecinos y a prohombres del actual gobierno bolivariano mientras alza su mano gesticulando apasionadamente...
un par de minutos después termina la llamada. el hombre se arregla la corbata, se seca el sudor de la frente con un pañuelo y regresa al whisky en silencio sin pedir disculpas por las molestias... los presentes en la sala regresamos a nuestra cosas mientras el restaurante sigue recibiendo a nuevos clientes apurados por tomar el primer trago y aflojar el nudo de sus corbatas, reencuentros, abrazos entre amigos de toda la vida, conversaciones de negocios con comisiones incluidas y alguna que otra pareja furtiva en las mesas de las esquinas, los mesoneros corren de un lado al otro, empieza a inundarse el ambiente del aroma de las brasas... todos quieren la mejor punta, aquella que se reserva para los mejores clientes... me parece que hoy llegaré muy tarde a casa. Es viernes en Venezuela
Todavía reinaba el silencio en el restaurante ya que los viernes parece que la llegada de los clientes se retrasa debido a que desean cerrar cualquier tema pendiente antes de llegar a la mesa. Todos saben que alargaran la tertulia del aperitivo, gestionaran con calma la punta trasera y después de las viandas reiterarán con los contertulios hasta que los tragos enciendan conversaciones de compadres... Es viernes en Venezuela y a esa hora será demasiado tarde para regresar a sus oficinas, el fin de semana, para muchos, empieza el mediodía del viernes al abrigo del restaurante favorito.
El señor del whisky recibió una llamada a su celular, habla con voz baja y sin demasiada pasión mientras apura el trago. De pronto todo cambia, el hombre está en el aire, lo han llamado de un programa de radio regional, se alza majestuoso, se peina la melena con los dedos como si alguien lo estuviera viendo y empieza a hablar en voz alta y clara... entona como un poeta y suelta frases elaboradas, se declara amante de su región con una verborrea quijotesca y describe los recuerdos de su ciudad natal, le envia saludos a los vecinos y a prohombres del actual gobierno bolivariano mientras alza su mano gesticulando apasionadamente...
un par de minutos después termina la llamada. el hombre se arregla la corbata, se seca el sudor de la frente con un pañuelo y regresa al whisky en silencio sin pedir disculpas por las molestias... los presentes en la sala regresamos a nuestra cosas mientras el restaurante sigue recibiendo a nuevos clientes apurados por tomar el primer trago y aflojar el nudo de sus corbatas, reencuentros, abrazos entre amigos de toda la vida, conversaciones de negocios con comisiones incluidas y alguna que otra pareja furtiva en las mesas de las esquinas, los mesoneros corren de un lado al otro, empieza a inundarse el ambiente del aroma de las brasas... todos quieren la mejor punta, aquella que se reserva para los mejores clientes... me parece que hoy llegaré muy tarde a casa. Es viernes en Venezuela
Mi querido y amado Aranjuez... si las paredes hablasen. No puedo ser imparcial, porque si no como carne en casa de mis suegros es aquí donde lo hago. pero normalmente de noche, aunque reconozco haberlo hecho algún día a mediodía.
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