BOMBA DE SABOR. Las sepietas o sepiones, sepias de pequeño tamaño son una bendición en cocina, por supuesto para comerlas a la plancha o salteadas como tapa o ración son fantásticas pero la historia de la gastronomía le agradece otras misiones de mayor calado en donde en vez de actor protagonista debe ocupar un papel secundario en apariencia.
La concentración de sabor que atesora el más antiguo de los cefalópodos son decisivas en guisos de mayor calibre y en lo mucho que aportan en arroces y pastas de perfil marinero. De igual modo el rendimiento, color y textura que nos ofrece la tinta de la Sepia resulta también superior a la del calamar, la popularidad la tiene este último pero es más por cuestiones de facilidad de pesca y extracción y por tanto de precio más económico que la sepia.
Como actualmente la mayor parte de los cefalópodos se venden congelados y pasan por empresas de procesamiento y limpieza, la tinta que antes pedíamos a nuestro pescatero de confianza que nos reservara, ahora nos llega en cómodas conservas, en sobrecitos mono dosis o frascos como el de Nortindal del País Vasco, en este sentido todo más límpio y listo para usar.
El arroz negro sería la culminación de la generosidad de la sepieta y junto a su tinta superan con creces lo que podemos lograr con el calamar principalmente por como sus jugos lubrican el acabado del arroz y aportan un sabor elegante y profundo.
Como no es sencillo encontrar sepietas en el mercado y su valor por kg se acerca al de los más reputados crustáceos, en nuestro arroz negro combinamos la sepieta y la tinta de sepia con alguna sepia de gran tamaño por el placer de encontrar tropezones en la degustación del arroz.
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